Halloween en pandemia

De osos polares y el terror invisible del covid

Volveremos una vez más a tirar de resiliencia para adaptarnos a la vida contenida, siempre en guardia ante un bicho minúsculo, y pese a todo, a buscar soluciones imaginativas para echar unas risas con los nuestros

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Carol Álvarez

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Fueron unos 1.500 niños, todos los del pueblo, los que se quedaron sin celebrar Halloween el año pasado. En realidad lo que no pudieron es salir de sus casas al oscurecer, el momento en que se juega al 'truco o trato' de puerta en puerta del vecindario a cambio de unas golosinas. Pasó en Arviat, en el Ártico canadiense, y el alcalde fijó este confinamiento nocturno para protegerlos de los osos polares que merodeaban la zona desde semanas atrás. 

El cambio climático y el deshielo está detrás de estas inquietantes rutinas nuevas de los animales, que pasan hambre y amplían sus zonas de rastreo. Este fenómeno, por una extraña razón, también tiene mucho que ver con la pandemia que ha obligado a la Generalitat a prohibir el 'truco o trato' que ya arraiga entre los niños catalanes, este año con una castanyada descafeinada que cambiará máscaras de terror por mascarillas higiénicas con algún que otro garabato o atrezzo para animarlas. Es la crisis climática la que ha pulverizado las barreras de los ecosistemas, y la cadena de transmisión de enfermedades ha dado saltos inimaginables hasta llegar donde estamos. 

Volveremos una vez más a tirar de resiliencia para adaptarnos a la vida contenida, siempre en guardia ante un bicho minúsculo que acecha detrás de un roce, un grifo mal descontaminado, una gotícula en el aire dejada tras una conversación. El terror invisible. Pero habremos también buscado soluciones imaginativas para echarnos unas risas con los nuestros y sacar brillo a la ilusión de los peques, de los seres queridos. Pese a las políticas erráticas, a los golpes del azar, a la incertidumbre permanente. Pese a tantos y tantos reveses. 

Este año los niños de Arviat podrán volver al 'truco o trato' propio del Halloween, en grupos máximos de cinco, solo un grupo por casa en su recorrido. Tienen prohibido tocar el pomo o el timbre de las puertas para impedir contagios. Pero se llevarán su dulce a casa. Este año, el de la pandemia del covid, habrá sido mejor en su recuerdo.