Desde Sant Gervasi
Escenas de familias misteriosas
Tras el nuevo decreto, la vida social se ha trasladado al interior de las casas, donde hogares cuyos miembros se han multiplicado misteriosamente comparten copas
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
Regresé al barrio, tras una temporada saboreando el terror en Sitges, para encontrar de nuevo aquellas calles a medio gas que tanto inquietaron en primavera. Barcelona es ciudad de bares y Sant Gervasi-Muntaner no escapa a ese rasgo dominante, sobre todo por la zona de Santaló. Ni rastro ahora de aquellas conversaciones alrededor de una mesa y algo para tomar, de diálogos amortiguados por mascarillas o con la voz aún más elevada de lo habitual para salvar la distancia social.
Algunas cafeterías se han adaptado al nuevo decreto, por suerte para cafeinómanos como el arriba firmante; es el caso de Bond Café, fiel a su clientela y con clientela fiel. La resiliencia de pymes y autónomos así salva barrios. Ojalá el Gobierno forzara a las grandes distribuidoras de luz y gas a rebajar los recibos a estos pequeños negocios, o de lo contrario pronto ya no habrá conversación de ninguna clase en la calle, ni café, ni nada.
Por otro lado, fue pasar unas horas en casa y advertir que, en realidad, el barrio estaba realmente vivo. Casi demasiado. La vida social se ha trasladado al interior de las casas, donde familias cuyos miembros se han multiplicado misteriosamente comparten copas, escuchan juntos música de baile y se sientan unos encima de otros, en parte porque, de golpe, ya no tienen suficiente asiento para todos.
En mi primera noche de vuelta en casa pude ver, porque saltaban a la vista desde mi despacho, un par de escenas eliminadas de 'Élite' que se desarrollaron alegremente en un balcón. Y también pude escuchar, esto ya en mi propia escalera, una especie de recital de música cristiana acústica que habría sido incómodo a media tarde, pero realmente indignaba a la una de la madrugada.
Temo lo que puedan ver mis ojos y lo que pueda llegar a mis oídos en próximas semanas, en caso de que el decreto se alargue. Invito a la muchachada a la reflexión, a probar por un par de semanas los placeres del recogimiento. Por puro egoísmo y por la salud de todos.
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