Análisis

Restauración y salud: si ellos caen, caemos todos

Nos toca a nosotros ser agradecidos. Hagamos que los restaurantes entren en casa

Entre todos y menú

Entre todos y menú / periodico

Joan Ribas Serra

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Muchos de los grandes recuerdos que tengo, momentos de extrema alegría en mi vida, han sido servidos en restaurantes. En ellos me he enamorado, celebrado fiestas y cumpleaños, reencontrado con los amigos, he puesto en marcha proyectos y he salido con trabajo... no es que aquí les quiera contar mi vida, discúlpeme por el atrevimiento, simplemente recuerdo el estudio de Harvard que trata de averiguar qué es lo que realmente nos hace felices en la vida. La conclusión es tan simple como sorprendente; no es el dinero, no es la fama, no lo es sentirse realizado en el trabajo, sino que tiene que ver con el número de conexiones sociales que tenemos en la vida. Lo que nos da la felicidad es la satisfacción de las relaciones que tenemos, con los amigos, la familia y la comunidad. Y eso es lo que me hace pensar en el beneficio que nos aportan bares y restaurantes, pero también tabernas, cafeterías, fondas... ¡Vaya, el sector de la restauración en su conjunto!

Está claro que su principal motivo es el de servirnos comida, pero hay algo más sutil en su función, lo que da sentido al hecho de saber que el ser humano es un ser social. Sin que se note fomentan la socialización y garantizan el mantenimiento de las relaciones sociales. La existencia humana puede ser explicada dentro de sus paredes. La vida de la ciudad, del pueblo, del barrio o de la calle es menos vida sin su presencia. ¡Esto está muerto! Esta es la sensación que cualquiera de nosotros tiene cuando llega a un pueblo o ciudad y no encuentra ningún bar o restaurante abierto. Porque el pulso de la vida urbana, y la rural también, lo podemos medir en función de estos espacios de reunión. Espacios que nos alimentan el organismo y también el espíritu. Pues esta es la imagen que nos queda hoy, que todo se muere...

Ellos son ahora un termómetro de nuestra salud. Hasta que no trabajen con normalidad, no la nueva, sino la más parecida a la de antes, como sociedad no podremos decir que la pesadilla ya ha pasado. Qué paradoja: queda lejos el origen de la palabra 'restaurante' asociado a la noción de servir comida para restaurar el alma, para restablecer la salud, cuando el mundo pandémico los identifica como causantes de todos los males.

Recordemos que la restauración también se puso al servicio de la sociedad cuando todo estalló sirviendo comidas a las personas más necesitadas y también a los sanitarios. Sin que se notase nos marcaron el camino para encontrar soluciones a su problema, porque personas necesitadas hay muchas y las necesidades son muy diversas, y a todas se les puede dar una respuesta alimentaria. Eso lo sabemos muy bien desde la Fundació Alícia: dietas para el tratamiento del cáncer, intolerancias y alergias alimentarias, disfagia, deterioro cognitivo, diabetes, obesidad, epilepsia refractaria entre otros. Desde la Fundació Alícia en eso trabajamos y en eso creemos; ofrecer servicios más saludables, sostenibles y buenos como oportunidad y alternativa para que el sector de la restauración pueda salir fortalecido y aporte valor añadido a la sociedad.

Mientras tanto nos toca a nosotros ser agradecidos. Hagamos que los restaurantes entren en casa. Encarguemos comida para llevar, hagámosles saber que estamos a su lado. Seguramente no es suficiente, pero es una pequeña contribución que podemos hacer. Y reclamemos ayuda, como todo en la vida, podemos aplicar la lógica que quien más quien menos conoce a alguien, un amigo, un familiar, que trabaja en la restauración y ahora ve peligrar su trabajo. No los dejemos caer, porque si ellos caen, caemos todos.

*Antropólogo. Fundació Alícia.

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