DOCE DE OCTUBRE

El secuestro de Felipe VI

Muñoz nació cuando Franco estaba en cama, agonizando. No vivió ni la Guerra ni el Franquismo. Tampoco Pablo Casado, ni Santiago Abascal, Albert Rivera o Inés Arrimadas. Ni Isabel Díaz Ayuso, que es de 1978.

12-O

12-O / periodico

MARÇAL SINTES

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Jueves 8 de octubre. El senador del PP por Ceuta, David Muñoz, recibe a Pablo Iglesias con una especie de pesebre montado sobre la barandilla de su escaño. La composición constaba de una bandera de España, una corona de atrezzo y un retrato enmarcado de Felipe VI. Hace tiempo que el PP -también Ciudadanos y Vox- se ha auto-otorgado la misión de defender una cierta idea de España, la suya, del supuesto ataque por parte de un gobierno que consideran ilegítimo -esto quiere decir, que gobierna sin tener derecho a ello-, y, muy específicamente, de los de Iglesias -socios del PSOE en el ejecutivo- y los independentistas catalanes, que hicieron posible la caída y relevo del PP.

Podríamos concluir que esta operación -que tiene su origen más evidente en la manifestación de la plaza Colón de Madrid-es pura táctica partidista, solo una maniobra para intentar reconquistar el poder. Por desgracia no es únicamente eso. Si algo se convirtió en explícito con la llegada de Vox a las instituciones fue la guerra cultural, por decirlo en términos norteamericanos, entre lo que tradicionalmente se habían llamado "las dos Españas".

De hecho, lo que expresa el pesebre del senador Muñoz es el orgullo de aquellos que se sienten herederos de una de esas dos Españas, la que, después, con la Transición -un pacto que funcionó pese a ser injusto y fruto de la coacción- conservó gran parte de sus posiciones de poder y privilegio.

Muñoz nació cuando Franco estaba en cama, agonizando. No vivió ni la Guerra ni el Franquismo. Tampoco Pablo Casado, ni Santiago Abascal, Albert Rivera o Inés Arrimadas. Ni Isabel Díaz Ayuso, que es de 1978. Aunque no pocos dirigentes de la derecha son hijos o nietos de franquistas y/o beneficiarias del régimen, ahora no estamos hablando exactamente de eso. La contienda, como decíamos, es cultural y, por tanto, de valores, ideológica y política. Y ahora, a diferencia de lo que había pasado durante tantos años, es una contienda declarada y abierta.

Doce de Octubre

No hace falta remover mucho la hemeroteca. El domingo, transcurridos tres días del numerito en el Senado y víspera del Doce de Octubre, El Mundo entrevista a Díaz Ayuso. Gran fotografía y un enorme titular en primer página: "La Justicia, Madrid y el Rey -todo en mayúsculas- son los que impiden que Sánchez cambie el país por la puerta de atrás". Un poco más abajo, una llamada al artículo dominical del director del rotativo arremetiendo contra el gobierno de Pedro Sánchez. El alineamiento es pleno porque este bando dispone de terminales diversas, no hablamos solo de partidos.

En la portada del Abc del mismo día se anunciaba que cien personalidades apoyan a Felipe VI. Entre estas "personalidades", no pocas perfectamente desconocidas (el tercero en aparecer es Alberto Vidal, que dice ser miembro de la plataforma "Barcelona con la Selección"). Otra lista, esta audiovisual y con doscientos nombres -hay gente que es fija en estos manifiestos-, salía también el fin de semana. Aparecen todos muy convencidos defendiendoa Felipe VI. Son los mismos que no quieren de ninguna manera que el CIS pregunte a los españoles qué piensan de la monarquía.

Aseguran, martillean, que la suya es una lucha por las libertades, la democracia, la igualdad y la Constitución -el senador se olvidó colocar un ejemplar en su pesebre-, etcétera. Estas ideas son, sin embargo, empleadascomo armas partidistas, y no solo porque realizan una interpretación interesadade ellas, sino también porque las transforman enbaluartes desde los que guerrear por cosas que, qué le vamos a hacer, no suenan tan bien ni queda muy elegante decir.

No-Ruptura

Este trampantojo o engaño es fácilmente desencriptable. Sencillamente, si tanto les importara lo que proclaman defender, si preservarlo fuera el fin real y último, no se apoderarían de ello con tanta frivolidad y descaro.

El peligro es muy claro en el caso de la monarquía, que, por su parte, ya acumula sus propios problemas. Dado que es la clave de bóveda del pacto de la Transición y simboliza la no-ruptura (o la urdimbre de continuidades del pasado), su instrumentalización resulta especialmente temeraria. Cuando la triple derecha sitúa explícitamente al rey -él debería evitarlo a toda costa, lo que aparentemente no hace- como estandarte de su bando, cuando se abraza a él, cuando secuestra su figura, loestá debilitando gravemente.

Si las derechas se empeñan en actuar de este modo, y continúan empujando el PSOE hasta expulsarle del pacto del 78, bien puede suceder que el ya viejo tejado que los sostienea todos se derrumbe, con el correspondiente estruendo y traumatismos quizás graves. Lo habrán conseguido ellos solitos.

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