LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA EN MADRID

Todo el daño del PP

Al partido de Casado y Díaz Ayuso solo le importa laminar el Ejecutivo. El problema es que bajo el gobierno de Sánchez está la ciudadanía

Pedro Sánchez y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 21 de septiembre en la Puerta del Sol, sede de la Presidencia del Gobierno autonómico.

Pedro Sánchez y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 21 de septiembre en la Puerta del Sol, sede de la Presidencia del Gobierno autonómico. / periodico

Emma Riverola

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Sin la gasolina del PP, el ‘procés’ nunca habría alcanzado las cotas de adhesión que alcanzó. Sin esas infames firmas contra el Estatut que recogió por toda España, buena parte de Catalunya no se habría sentido tan despreciada, tan humillada… tan expulsada. Durante años, basculando entre la inacción y el desprecio, el gobierno de Mariano Rajoy incendió todo lo que pudo. No necesitaba a Catalunya para que le salieran las cuentas de la gobernabilidad y, por el contrario, la beligerancia le aportaba réditos electorales.

Ahora, el PP de Pablo Casado, el perturbador PP de Isabel Díaz Ayuso, ha decidido auparse sobre el gobierno de coalición progresista y patearle sin descanso. Ciego al momento, insensible a la situación, solo le importa laminar el Ejecutivo. El problema es que bajo al gobierno de Sánchez está la ciudadanía. Una ciudadanía hincada en la inquietud, cuando no en la pobreza sobrevenida, y profundamente fatigada por el estrés emocional de una pandemia que cerca algo más que el movimiento.

El tira y afloja por el control de la pandemia en Madrid resulta una lección de todo lo que no debería ser la política orientada al bien común. Un triste espectáculo donde parece que importa muy poco la salud pública y demasiado la gesticulación. Actualmente, Madrid es la región más castigada de Europa por el covid-19. Resulta muy difícil de creer que la estrategia de la desestabilización, que el acoso y derribo se esté haciendo mientras el virus suma nuevas víctimas cada día.

Hay otros PP, hay otros líderes del partido que no optan por la confrontación perpetua. Es una cuestión que escapa a la ideología. Ningún político está libre de cometer errores, pero hay un mínimo de ética y de responsabilidad que resulta imprescindible. El estallido de los casos de corrupción ha marcado la agenda de los últimos años del PP. Sin la necesidad de imponer sordina a los escándalos, quizá habría habido menos crispación y más sensatez. Al fin, toda la ciudadanía está pagando la deshonestidad del PP. Y ya van innumerables facturas.

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