opinión

Nazis, ultras e identitarios

El discurso de odio hacia los inmigrantes u otros colectivos minoritarios sigue presente en Europa

Simpatizantes de Amanecer Dorado en una manifestación de Grecia.

Simpatizantes de Amanecer Dorado en una manifestación de Grecia. / periodico

Xavier Rius Sant

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Las condenas a siete miembros de la dirección de Amanecer Dorado, entre ellos su caudillo, Nikolaos Michaloliakos, por un delito de dirección de banda criminal, a dieciocho dirigentes por pertenencia a la misma, y a Michaloliakos y otros dos por posesión de armas, significa el punto final al proyecto político y social, racista y autoritario que creció en Grecia en un momento que el país padecía una gran crisis social y económica. Un proyecto político ultra que iba en dirección contraria de las políticas de actualización y maquillaje que realizaban partidos de larga tradición xenófoba como el Frente Nacional, con Marine Le Pen a la cabeza, matando simbólicamente a su padre y arrinconando al hasta 2019 eurodiputado, Bruno Gollnisch, que continuaba sin renegar del legado de los regímenes derrotados en 1945.   

Amanecer Dorado era además de un partido político que llegó a ser la tercera fuerza del país y una organización criminal que animó o planificó crímenes como el del rapero Pavlos Fyssas, asesinado en 2013, un movimiento o milicia, al estilo de las SA alemanas. Sus militantes vestidos de negro y con sus banderas con una cruz parecida a la esvástica, con complicidades policiales tomaban las calles y organizaban persecuciones de inmigrantes u otras minorías consideradas parásitas. También repartía alimentos entre gente necesitada que tuviera sangre griega pura, ocupando plazas o equipamientos públicos. Y fue el asesinato del rapero Fyssas, el acto que motivó que la sociedad y los tribunales comenzaran a decir basta, iniciándose un proceso de más de cinco años que ha concluido con la sentencia dictada ayer.   

Dos grandes familias

Mientras en Europa la ultraderecha política cabalga organizada en dos grandes familias, la que lidera Marine Le Pen, aparentemente más moderna, laica y feminista, organizada en el Parlamento Europeo en el grupo Identidad y Democracia, y la más ultracatólica de los Conservadores y Reformistas en la que está Vox, Ley y Justicia polaca o los Hermanos de Italia de Girogia Meloni, los grupos manifiestamente neonazis como Amanecer Dorado y el Jobbik húngaro que no han querido o podido reciclarse, acaban pasando, como afirmó ayer el ex primer ministro griego, Alexis Tsipras, a la papelera de la historia. Pero no nos engañemos, el discurso de odio hacia los inmigrantes u otros colectivos minoritarios, y los argumentos populistas que responsabilizan a la Unión Europea y a lobbies habitualmente judíos de grandes conspiraciones, siguen presente en Europa. En España este espacio llamado identitario lo ocupa Vox. Y si ir más lejos, los únicos concejales que tiene Vox en Catalunya, los del municipio de Salt, hace dos años, vestidos también de negro con camisetas de Plataforma per Catalunya, repartían alimentos para familias autóctonas. Si bien la irrupción de Vox de hace dos años tuvo su contrapunto. Dejó sin espacio político al Hogar Social Madrid, que da cobijo y alimentos a “españoles de pura cepa”, justo en el momento que este grupo ultra se disponía a dar el salto a la política.

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