La inhabilitación de Torra

Que Madrid elija al 'president'

Ninguna comunidad y todavía menos Catalunya puede permitirse la ligereza de promover a otra figura que pase del sillón al banquillo

TORRA

TORRA / periodico

Matías Vallés

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Si se obtienen tres caras consecutivas al lanzar una moneda al aire, la probabilidad de que el cuarto lanzamiento arroje cara de nuevo sigue fija en el 50%, por mucho que se autosugestionen los crédulos jugadores de azar. Ahora bien, al lanzar a los presidentes de Catalunya a Madrid siempre sale cruz, ya se trate de Artur Mas, de Puigdemont o de Quim Torra. Y solo quienes confían a ciegas en una justicia con los ojos vendados pueden mantener que la triple condena sea azarosa. Por tanto, aquí la probabilidad de que el cuarto inquilino sucesivo de la Generalitat acabe con una condena penal supera al 50%. Quizás oscile en torno al 70%, ya que ahora también castigan en 130 folios por colgar un trapo.

En medio de una pandemia, ninguna comunidad y todavía menos Catalunya puede permitirse la ligereza de promover a otra figura que pase del sillón al banquillo, por mucho que el Tribunal Supremo cumplimente la ironía de titular 'Molt Honorable President' a Torra en el mismo fallo en que lo despoja de esas cualidades. Madrid no parece muy dispuesto a aprobar a ningún dirigente emanado de las urnas vía Parlament. Dado que la política es el arte de lo posible, el recurso más expedito a una presidencia que se prolongue durante casi un año consiste en que Madrid elija al titular de la Generalitat.

Alguien alegará que Madrid tiende a votar a personajes zarzueleros como Díaz Ayuso, que no sabe hablar del virus sin nombrar a ETA. Y que los precedentes de Cristina Cifuentes y Esperanza Aguirre apuntan a que la colisión con los tribunales no es privativa de los dirigentes catalanes. Hay una diferencia sustancial, porque los presidentes madrileños son perseguidos por hacer lo contrario de lo que prometieron a sus votantes. En Catalunya se condena a quienes cumplen escrupulosamente con las premisas de sus electores, según se demuestra a cada cita con las urnas. En fin, la inyección de la democracia por vía penal es más incierta que la vacuna contra el coronavirus.