MOVILIDAD
Una ciudad amable no es un juego
Recuperar para los peatones y los vehículos a propulsión humana el espacio perdido hace décadas era muy necesario
No entiendo los colores que han pintado, ni las pelotas de hormigón ni, tampoco, las mesas de ajedrez fijas; ni las rayuelas ni las pseudo-mini-pistas de atletismo que han dibujado en el suelo. Pero sí que pienso que era muy necesario recuperar para los peatones y los vehículos a propulsión humana todo ese espacio que está recuperando en Barcelona.
El día que vinieron con las herramientas para pintar el suelo del pasaje donde tenemos la librería (en plena supermanzana de Sant Antoni) les preguntamos qué hacían. “Marcar que esta zona es peatonal”, nos respondieron; “pero si ya lo era”, les dijimos; “ya, pero lo tenemos que hacer por una cuestión de coherencia cromática”, respondieron señalando los mismos dibujotes con los que ya habían cubierto toda la calle de Parlament y parafraseando, seguramente, las instrucciones que les debían de haber explicado cuando ellos mismos preguntaron el porqué de tantos colorines.
Y bueno, una cierta coherencia sí que se deja entender una vez que te acostumbras a que el amarillo sea el color que los coches no pueden pisar: el problema es que parece que han querido hacer un juego de todo esto.
Pero, ¿por qué convierten en juegos cosas que son tan necesarias, que deberían ser tan naturales, como pasear por la calle hasta que te canses y, entonces, poder sentarse en un sitio que no implique sacar la cartera del bolsillo y pagar para poder quedarte un rato viendo cómo pasa la vida? Este debería ser el principal tema de discusión antes que si la gente hace o no hace ruido o si esta transformación le jugará en contra al modelo de negocio que teníamos montado. Claro que la gente hace ruido y claro que cambia el modelo de negocio, pero es que venimos de décadas de centros comerciales extramuros: centros que no eran otra cosa que réplicas de centros de ciudad peatonales, que conseguían, además, que la ciudad (la de verdad) se llenara aún más de coches al tener que cogerlos para llegar hasta un sitio por el que poder pasear.
La estética y la comunicación suelen ser la parte visible de los proyectos a gran escala, y puede que sea con estas con las que el Ajuntament no ha acertado. Toda esta iniciativa de pacificación del centro urbano tiene que tener detrás capas y capas de números, presupuestos, proyecciones de resultados, comparativas y estudios de impacto económico que también deberíamos saber. No puede ser que el mensaje final que nos llega y sobre el que acabamos discutiendo sea que nos quitan el coche, que hay ruido en la calle y que nos han llenado todo de triangulitos amarillos.
Que Barcelona sea una ciudad más limpia, más amable, más pensada para las personas no es ningún juego, eso es lo que hace falta transmitir con un discurso bien construido, con respuestas rápidas y contundentes a todas las preguntas que ciudadanos, empresarios y oposición puedan llegar a formular. Por lo demás, creo que es muy necesaria, esta transformación.
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