IDEAS

Hasta las banderas

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Miqui Otero

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Hay quien se pone la camiseta de su equipo de fútbol para ver los partidos en casa, quien opta por la de su banda favorita para estrenar el nuevo disco o, incluso, quien ensaya discursos con el bote de Fructis en la ducha justo antes de la noche de los Oscar. Por mucho que reclamen que tirarían mejor el penalti, por graciosos que sean sus 'air guitar' y sus redobles en la panza, por bien que borden el agradecimiento a todos los miembros de su familia, por suerte o por desgracia cuando llega el momento y están frente a la tele no hay una magia que, pum, los coloque al otro lado de la pantalla y descargue sobre sus hombros la responsabilidad de hacer cualquiera de esas tres cosas.

Una cosa es, como hizo Bowie, hacerte sentir especial y otra muy distinta tratarte de tonto

En contadas ocasiones, casi parece que vaya a ser así. Un 6 de julio de 1972, por ejemplo, apareció un tipo en la tele con pinta de alienígena, el pelo en llamas y vistiendo un mono dorado y azul. Era David Bowie interpretando la canción 'Starman' en 'Top of the Pops'. Cuando llegó al verso decisivo, "tenía que llamar a alguien, así que te elegí a ti", miró fijamente a cámara y la señaló con el índice. Miles de adolescentes británicos pensaron que los había elegido a ellos.

Esta semana se entregaron los Emmy. Las medidas sanitarias impidieron una ceremonia plenamente presencial, así que vimos a las estrellas de la televisión esperar el veredicto en su sofá mirando la tele. Iban, eso sí, vestidos de gala en sus propios hogares, algo que a mí no se me hizo extraño, porque durante el confinamiento hubo días que yo, harto del chándal, salí a bajar la basura más elegante que en Nochevieja.

Lo normal, sin embargo, no es que te canten solo a ti o que recibas un premio en casa. Y aun así sería de recibo que la gente que aparece en pantalla tuviera en mente a los que están en su casa, sobre todo cuando en algunos casos les va la vida en ello. Así, muchos deben esperar una señal cuando se celebra una comparecencia de políticos. Alguna, de hecho, se organiza con la pompa de una cumbre mundial, para luego anunciar, frente a casi tantas banderas como gente en un metro hasta la bandera en hora punta, que los responsables se han reunido para anunciar que van a reunirse. También para descargar gran parte de la responsabilidad en la ciudadanía sin ofrecer solución alguna. Algo verdaderamente tan insólito como pedirnos que chutemos el penalti en la final, hagamos el solo en el concierto de Wembley, demos el discurso en Los Angeles. Una cosa es, como hizo Bowie, hacerte sentir especial y otra muy distinta tratarte de tonto.