Evolución del espacio posconvergente

De Pujol a Puigdemont: ¿qué ha cambiado?

El puigdemontismo hace tabla rasa del pasado de CiU con una hoja de ruta opuesta

El 'expresident' Carles Puigdemont, en un acto celebrado en Perpinyà, el pasado 29 de febrero

El 'expresident' Carles Puigdemont, en un acto celebrado en Perpinyà, el pasado 29 de febrero / EFE / DAVID BORRAT

Xavier Casals

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Carles Puigdemont con Junts per Catalunya (JxCat) quiere erigir un <strong>partido a su medida</strong>: un apiñamiento patriótico ideológicamente transversal en torno a él. La fórmula recuerda a la que empleó Jordi Pujol al frente de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), pues fue su liderazgo lo que cohesionó a sus seguidores. Ello plantea una pregunta relevante: ¿Qué ha cambiado entre el pujolismo y el puigdemontismo? Desde nuestra óptica todo. Veámoslo.

De 'pal de paller' nacionalista a "carril central" independentista

Pujol dirigió CDC con autoridad y quiso convertirlo en eje o 'pal de paller' de un nacionalismo de fronteras amplias, capaz de sumar desde independentistas hasta exfranquistas. A la vez, pilotó una coalición estable con Unió Democràtica de Catalunya (CiU) que conformó un movimiento de contornos populistas en el que coexistieron socialdemocracia, liberalismo y democracia-cristiana. Puigdemont también desea articular un “movimiento soberanista de amplio espectro y transversal” y perfil populista. Jordi Sànchez, figura preeminente de JxCat, señala que la formación debe aglutinar “desde el liberalismo a la socialdemocracia pasando por la democracia cristiana”, como CiU. Pero su campo de juego es menor, pues JxCat quiere ser el “carril central” del independentismo y le será difícil sumar votos más allá de este ámbito: si en el 2012 Artur Mas, al frente de CiU, captó 1.116.259 (el 30,7% del total), en el 2017 Puigdemont, con JxCat, sumó 948.233 (21,6%). 

De decisivos a marginales en el Congreso

El secesionismo de Puigdemont plantea un tema esencial: el rol del partido en Madrid. Para Pujol fue clave intervenir en la política estatal y CiU fue una muleta básica para que PSOE y PP formasen mayorías parlamentarias de gobierno. Pujol asumió un papel arbitral y a cambio mejoró el autogobierno (fue la táctica del 'peix al cove'). Ello le permitió navegar en la ambigüedad ideológica y osciló entre ser “el Bolívar de Catalunya y el Bismarck de España”.

En cambio, Puigdemont pretende constituir una “República Catalana” fundada con una proclamación unilateral el convulso 1 de octubre (1-O) del 2017. Tal ambición implica el <strong>choque frontal con el gobierno </strong>de turno e impide a los diputados de JxCat asumir un protagonismo determinante en las Cortes con eventuales contrapartidas. Corren así el riesgo de ser un capital político inútil a efectos prácticos (que no simbólicos). 

De puntal del “régimen del 78” a ariete

Este panorama remite a una cuestión medular que separa a Puigdemont de Pujol: CiU se configuró como un puntal del hoy denostado “régimen del 78” (el líder convergente Miquel Roca fue un 'padre de la Constitución'). Un rasgo esencial de Pujol fue facilitar la gobernabilidad de España bajo su férula, tanto a Felipe González como a José María Aznar, e incluso le llevó a crear en 1984 una formación estatal fallida, el Partido Reformista Democrático (PRD). Puigdemont se sitúa en un plano contrario: el de ariete del “régimen del 78”, que juzga “caducado”. Quim Torra, su vicario, afirma que es <strong>“un sistema institucional corrompido” </strong>cuya salida es “la abdicación de Felipe VI […] y un referéndum sobre monarquía o república”. 

Del político del 'establishment' al 'outsider'

En consonancia con lo expuesto, Pujol y Puigdemont presentan relaciones antitéticas con el 'establishment'. Pujol gobernó largamente la Generalitat (1980-2003) y quiso labrarse fama de estadista en España y la UE, donde promovió una Europa de las regiones. Puigdemont ha sido un presidente breve (2016-2017) y le persigue la justicia por el 1-O. Sin embargo, forma parte del 'establishment' institucional (tiene un substituto en la Generalitat y es eurodiputado) al que desafía desde Waterloo. Y si bien aplaude a la UE como garante de las libertades al darle amparo, la ha definido como un “club de países decadentes […] en el que mandan unos pocos”. Su juego es el de un político 'outsider' e 'insider' a la vez. 

Adiós al pujolismo

En el 2011 Pujol hizo esta consideración: "Si la idea de España que ahora prevalece se consolida, la alternativa está entre la independencia y la gradual desaparición de la catalanidad y de Catalunya". Desde este prisma, el puigdemontismo sigue la estela del Pujol octogenario y ya expresidente y hace tabla rasa del pasado de CiU con una hoja de ruta opuesta. Esta pasa por erigir una “República catalana” en conflicto permanente con el Estado y un maximalismo de todo o nada. Asistimos, pues, a una gran paradoja: Puigdemont, surgido de CDC y gran aspirante a ocupar su vacío, lidera una política antagónica a la que emanó de esta sigla.