Claroscuros de la estabilidad de Japón

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, durante una rueda de prensa.

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, durante una rueda de prensa. / periodico

Georgina Higueras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La dimisión de Shinzo Abe por motivos de salud pone fin al periodo de gobernanza más longevo de Japón, pero se va sin haber sido capaz de conseguir sus mayores aspiraciones, como la reforma de la Constitución impuesta por EEUU tras la ocupación del país y un acuerdo de paz con Rusia que habría permitido la recuperación de las islas Kuriles, perdidas al final de la segunda guerra mundial. Después de casi ocho años seguidos como primer ministro, Abe deja tras de sí un panorama de claroscuros difícil de enfrentar por quien le sustituya al frente del Partido Liberal Demócrata (PLD) y con el país sumido en la pandemia del coronavirus.

Empeñado en sacar a Japón de la brutal crisis económica en que se sumergió a principios de la última década del pasado siglo, emprendió un plan integral de reformas, conocido como Abenomics, basado en la flexibilización monetaria, que puso en circulación billones de yenes; la estimulación fiscal, con la subida del IVA, y la reforma corporativa, por la que impulsó sin mucho éxito el empoderamiento de las mujeres para alentar el mercado de trabajo, al tiempo que trató de reducir otras prácticas negativas muy arraigadas en la cultura laboral, incluido el nepotismo. La tercera potencia económica del planeta tiene la sociedad más envejecida, de ahí la urgencia de estímulos para paliar los efectos de esta bomba de relojería demográfica.

Abe, un nacionalista perteneciente a una importante saga de políticos -su padre fue ministro de Exteriores y su abuelo, un jefe de Gobierno acusado de crímenes de guerra-, ha mantenido unas estrechas relaciones con Trump y en el 2015 impulsó una legislación que permite a las tropas japonesas participar junto a otras fuerzas aliadas en misiones de combate en el extranjero como parte de la "autodefensa colectiva". En los últimos años ha mejorado sus tensas relaciones con China, pero el encaje de Japón frente a su gran vecino y frente a la amenaza que supone el poder nuclear de Corea del Norte es la gran cuestión que tendrá que abordar su sucesor. Abe no ha querido designar ninguno. Lo deja a votación del PLD. Mientras seguirá en el cargo.

Pugna por la sucesión

La pugna por la sucesión está abierta. Japón necesita otro periodo de estabilidad política -antes de Abe hubo seis primeros ministros en seis años- no solo para hacer frente a la pandemia sino también para emprender nuevas reformas que aborden los grandes retos que atenazan el país, tanto sociales -envejecimiento y baja natalidad-; como económicos -la mayor deuda pública del mundo, en el 2017 alcanzó el 235% del PIB- y diplomáticos. La disputa con China por las islas Diaoyu/Senkaku y las malas relaciones con Corea del Sur por las esclavas sexuales del Ejército imperial corren el riesgo de inflamar una región que se encuentra en el ojo del huracán del tenso enfrentamiento entre Estados Unidos y China.

El criticado teflón con que el Abe consiguió bandear los escándalos de varios de sus ministros tendrá que ser una de las cualidades de su sucesor para poder navegar en las aguas turbulentas que rodean Japón, país que confía en poder celebrar en 2021 los Juegos Olímpicos que le robó el covid-19.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS