El regreso de Messi

Messi, en definitiva, no se irá nunca, porque en cualquier momento, como hacen los héroes clásicos, podrá volver de la forma más mágica e increíble

Messi, de la servilleta al burofax

Messi, de la servilleta al burofax / periodico

Miqui Otero

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El dilema se presenta como un sueño: con un Camp Nou abarrotado y un minuto y medio antes del pitido inicial, los jugadores del Madrid y del Barça intercambian sus camisetas. Confusión general. Es difícil decidir a quién animar, sobre todo cuando se tienen solo unos segundos (ya solo quedan 50) para decidir, si a Raúl González Blanco con la blaugrana o a Andrés Iniesta de blanco y con el escudo del despertador en el pecho. Bien, el sueño sería una pesadilla y la elección aún más difícil si el único que se cambiara la camiseta fuera Messi. Y el caso es que podría hacerse realidad.

Desde que Eric Castel se puso la del PSG o desde cuando yo engordé demasiado para enfundarme mi camiseta adolescente favorita, jamás un potencial cambio de camiseta me ha causado tanta consternación. Y por eso es necesario negar esa posibilidad: si Messi nos ha acostumbrado a las resoluciones imposibles, por qué no pensar que lo volverá a hacer. 

Cuentan, por ejemplo, que cuando Conan Doyle quiso acabar con Sherlock Holmes, sus fans y hasta la Reina protestaron, incluso su madre le dijo "Te prohíbo absolutamente que lo hagas". Así que al final, a pesar de haberlo arrojado por las cataratas de Reichenbach, lo hizo regresar (del mismo modo, podría nuestro 10 volver de ese Iguazú infame provocado por esta Junta). También explican que enfadado con su editor, Ponson Du Terrail decidió encerrar en un baúl a Rocambole, su gran personaje, y sellarlo con varias cadenas. El editor quiso y no pudo encargarle a otro escritor que continuara con las aventuras de ese héroe. Al final se avino a todas las condiciones del autor y Du Terrail aceptó regresar. El problema era cómo sacarlo de ese baúl y que fuera creíble. Ni corto ni perezoso, escribió: "Liberado de sus ataduras, Rocambole….". No es necesario buscar lo verosímil cuando el protagonista es un héroe de ese tamaño. Y quiero pensar lo mismo con Messi. Pensar, desde ya, que en cualquier momento va a volver y marcar. Pensarlo como un niño, es decir: desearlo, que es la única forma de pensar el fútbol.

Se presenta Messi en casa de Bartomeu disfrazado de vendedor de Canal + para hacerle firmar un albarán que es la dimisión involuntaria de Nobita, nos manda un wasap a todos los culers con el mensaje "he vuelto", lo hace dibujando su nombre a lo Batman con los Rayos de Montjuic, compite en la petanca de élite medio año y vuelve (como Jordan hizo con el béisbol) para 'The Last Dance' y el último tango en Les Corts, da la asistencia perfecta dias despues de tener a su segundo nieto y con la barba blanca teñida de blaugrana, baja del Olimpo encarnado en cabra y le da un pase de cabeza al tataranieto de Cruyff, la nueva estrella del Barça de 2070, en el Nou Camp Nou Nou radicado en un anillo de Saturno, marca en propia puerta en una final europea contra el Barça vistiendo una camiseta ajena y entonces se la saca y luce la que llevaba debajo, una Meyba sin publicidad, y nos dedica el golazo decisivo. Borda la gran jugada Nilo o Mississippi: arranca con un regate en otro continente y lo acaba miles de kilómetros después, aquí, abriendo un boquete en la red de nuestro rival y en nuestro corazón.

Messi, en definitiva, no se irá nunca, porque en cualquier momento, como hacen los héroes clásicos, podrá volver de la forma más mágica e increíble. O eso, al menos, nos ayudará a soportar una vida sin él con nuestra camiseta.