En Girona
Albert Soler

Albert Soler

Periodista

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Incivismo, pero en catalán

Que sigan sin distinguir el rojo del verde en los semáforos, que circulen por donde les venga en gana, son detalles insignificantes. Lo que importa es que hablen catalán

Un grupo de turistas pedaleando en bañador por la ciudad.

Un grupo de turistas pedaleando en bañador por la ciudad. / AGUSTÍ CARBONELL

En mi ciudad, ya he dicho alguna vez que en Girona vamos siempre un paso por delante. El Ayuntamiento quiere atajar de raíz el problema de las bicicletas, que es insoportable. El alcalde no se arruga ante el incivismo, no le cuesta imponer medidas, por impopulares que sean: ha decidido fomentar el uso de la lengua catalana entre los ciclistas. Que sigan sin distinguir el rojo del verde en los semáforos, que circulen por donde les venga en gana, que conviertan zonas peatonales en velódromos y que ignoren los carriles bici, que nuestros buenos dineros nos han costado, son detalles insignificantes. Lo que importa es que hablen catalán.

Los ciudadanos hemos recibido con alborozo la medida. Tenemos asumido que nuestra obligación es agachar la cabeza y ofrecer a los ciclistas la otra mejilla o el otro fémur, pero estábamos hartos de que, tras arrollarnos en la acera, el ciclista nos gritara en inglés “Fuck you, bastard”, o peor todavía, nos dijera en castellano opresor “a ver si miras por dónde vas, atontao”. Por ahí no pasamos. A partir de ahora, mientras estemos en el suelo después del atropello, o cuando conduciendo tengamos que frenar de golpe ante un ciclista que se ha saltado un semáforo o circula en dirección prohibida, este nos chillará un celestial “a veure si vigiles, que nosaltres som els amos de la ciutat”. Así da gusto que a uno le descoyunten la cadera.

La medida también beneficiará a los sufridos ciudadanos, que hace tiempo han dimitido de ser dueños de aceras y pasos de cebra. Ya que los ciclistas van a entender nuestra lengua vernácula, podremos gritarles “sòmines” o “capsigrany”, si tras el accidente nos queda algo de aliento. Yo ya tengo ganas de llamarle a alguno “gamarús”, epíteto que soltaba mi padre a menudo y que no tengo mucha ocasión de utilizar. Será un homenaje.

Cuando el ayuntamiento se preocupa de verdad por el bienestar ciudadano, soy el primero en elogiarlo, no se me caen los anillos por reconocerlo. Espero que esas o parecidas medidas se implanten en el resto de Catalunya. Ya que hemos aceptado que nuestro sino es sufrir accidentes, descalabros, atropellos, amputaciones, sustos, insultos o muerte bajo dos ruedas, que por lo menos sea en catalán.

Para los ciclistas, es un orgullo. De un tiempo a esta parte, estaban alicaídos, viendo como los patinetes amenazaban con arrebatarles el honroso título de vehículo más incívico de la ciudad. Que el ayuntamiento se preocupe por ellos y deje que los conductores de patinete hablen como quieran, significa que siguen en cabeza de sobresaltos, atropellos e infracciones. Enhorabuena. Pero que no se confíen, que los de los patinetes vienen fuertes.

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