Opinión | Editorial
El Periódico
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Facebook y el Holocausto
Los mensajes de odio calan más allá de las redes sociales que los transmiten, no puede despreciarse su capacidad destructiva
Negar lo evidente, lo indiscutible. Una última burla a las víctimas, un poco más de combustible a las llamas del odio. Investigadores del centro de estudios Institut for Strategic Dialogue (ISD) del Reino Unido han llegado a la conclusión de que Facebook está «promoviendo de forma activa» la negación del Holocausto. En la plataforma encontraron 36 páginas relacionadas con el tema y 366.068 personas conectadas a ellas de forma activa. Facebook no es la única red social con este tipo de contenido pero, a diferencia de otras, no ha tratado de erradicarlo. Enmarca el debate en una cuestión de libertad de expresión y solo prohíbe el contenido en aquellos países donde la negación del Holocausto es ilegal.
El negacionismo del Holocausto no es nuevo, pero siempre es perverso. Tras él hay múltiples y contrapuestas intencionalidades políticas que, al fin, se concretan en un blanqueamiento del nacionalsocialismo y en una afrenta a la memoria de las víctimas. Como respondió Primo Levi, superviviente del Holocausto, a un negacionista: “Si usted niega la masacre cometida por sus amigos de entonces, debe explicarnos por qué los 17 millones de judíos de 1939 fueron reducidos a 11 en 1945. Debe desmentir a centenares de miles de viudas y huérfanos. Debe desmentirnos a todos nosotros, los supervivientes».
Lo cierto es que el negacionismo está lejos de remitir y en ciertas reacciones sociales ante la pandemia del covid-19 ha encontrado una vía para reforzar su mensaje. En Alemania contemplan con preocupación la aparición de protestas sociales que aglutinan teóricos de la conspiración, negacionistas del Holocausto y antisemitas. Un fenómeno marcado por el miedo y el descontento ante las medidas de control del virus impulsadas por el Gobierno, también por la agresividad.
Lo que ocurre en las redes sociales no queda recluido al mundo virtual, tiene su traslación en las calles. Los mensajes de odio calan más allá del medio que lo transmiten y no puede despreciarse su capacidad destructiva. Volviendo a las palabras de Primo Levi: «Si se pudiera convencer al mundo de que Auschwitz no existió, construir un segundo Auschwitz sería más fácil, y nada garantiza que engullera solo a judíos».
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