Dos miradas

Castillo y llanura

La percepción es que tendremos que luchar, que el futuro no se nos presenta como un espacio de oportunidad sino de supervivencia

Cola de ciudadanos en el barrio del Besòs, el 19 de agosto del 2020, para hacerse las pruebas PCR de covid-19

Cola de ciudadanos en el barrio del Besòs, el 19 de agosto del 2020, para hacerse las pruebas PCR de covid-19 / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Hace más de un mes, escribía que "este puede que no sea un verano de promesas, sino de fortificaciones personales ante el próximo envite". Apenas hemos tenido tiempo de vivir un descanso que fuera reconstrucción del alma sacudida y elevación de murallas contra el futuro, tan incierto, y digo "contra el futuro" porque la percepción es que tendremos que luchar, que no se nos presenta como un espacio de oportunidad sino de supervivencia.

Ha habido momentos para volver a entender que ahora nos movemos en un núcleo reducido, el cercado que nos acoge, el entorno donde se solidifica lo que era líquido, donde las relaciones se densifican, se fortalecen, donde descubrimos todo lo que, en definitiva, nos hace ser como somos. Esta fortificación (el verano sin estridencias: miradas cercanas), se ha hecho mientras, afuera, los gritos de alerta de los vigías, los clamores de los exploradores que oteaban el horizonte, nos advertían de peligros inminentes, de sacudidas ya presentes en la llanura que se encuentra frente al castillo donde pensábamos refugiarnos. Mientras construíamos altas torres de defensa, el ruido de la batalla anunciada se ha extendido hasta los límites del foso.