OPINIÓN
El Everest ahora es el Bayern
Albert Guasch
Periodista
Albert Guasch
Los tiempos en los que el Barça era un Everest, que decía generosamente Gattuso, han quedado atrás. El Barça se ha achatado, más colina que monte monumental. Su fútbol se ha hecho terrenal y pedregoso, y no son necesarias expediciones sofisticadas para asaltar el Camp Nou, no digamos cuando viaja. Pero aún hay ocasiones en que el equipo se eleva, como ayer ante el Nápoles.
Convendría precisar que el equipo se creció a partir de ciertas individualidades. La de Messi, para no variar. Colectivamente sigue sin ser una obra artística. Juega con más épica que método. Los azulgranas no necesitaron un Estadi ardiente y a rebosar para concienciarse de que se jugaban un prestigio menguado, al margen de sus ambiciones inmediatas de viajar a Lisboa.
El cambio de ciclo que planea sobre parte de la plantilla obtuvo una reacción acorde a la màxima competición europea. El hambre de verdad se mide en la Champions. También la capacidad de hacer lo que se quiere. Y a estas alturas de ciclo, el Barça representó la única obra de la que es capaz: mostrarse intenso y agarrarse al talento infinito del rosarino.
Los jugadores entregaron sus pulmones y Messi aportó su amor propio, que en su caso se tradujo entre otras cosas en una obra maestra. Ese segundo gol en el que descubrió que sabe marcar hasta cayéndose y envuelto de un enjambre de rivales se archivará en un lugar noble en su amplio y suntuoso catalogo de tantos.
Mejor pegada
El Nápoles pareció durante muchos ratos un equipo más pulcro que el barcelonista. No es un reflejo de la imagen feroz y caricturesca de su entrenador. Pero al Barça, a diferencia de los italianos, no le falló la pegada, y en ese aspecto se marcaron las diferencias en la resolución de estos octavos.
Si este nivel de competitividad será suficiente el viernes próximo ante un cuadro de la poderosa dentellada del Bayern es una duda sin una respuesta risueña. Los bávaros tienen un sello intimidante superior al Nápoles. Hace semanas que no conocen la derrota y sus números, aparte de su juego, le convierten en un elección idónea para apostadores conservadores.
Suárez dijo tras el partido lo que tiene pinta de convertirse en mantra en los próximos días dentro del vestuario y el entorno aprensivo: a un partido, todo es posible. Una forma de reconocer que el Everest ahora es el Bayern. Los tiempos han cambiado. Solo cabe creer que con Messi todos los ascensos son posibles.
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