Opinión | Editorial

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La gestión de la crisis en los 'casals'

La realidad de campamentos y colonias no ha sido la alternativa que se planteó tras el cierre escolar por descoordinación y falta de recursos

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Cuando ya quedaba claro que el curso escolar no se iba a retomar, la posibilidad de llevar a cabo colonias, 'casals' y campamentos durante el verano se fue consolidando como una alternativa no solo en el estricto ámbito del ocio y la actividad deportiva y al aire libre, sino también como una salida efectiva, aunque fuera temporal, a situaciones de vulnerabilidad alarmantes entre la población infantil más necesitada. Además, las actividades veraniegas también debían asumir la recuperación de una socialización aparcada, un acompañamiento psicológico para paliar las consecuencias del confinamiento y, sin llegar a ser centros escolares, debían asumir una cierta responsabilidad en cuanto a contenido formativo. La realidad es muy distinta a las promesas que se hicieron entonces.

Las becas del Govern para contratar más monitores no se han hecho efectivas y, redundando en la brecha digital, muchas familias sin acceso a medios informáticos, no han podido disfrutar de las imprescindibles ayudas que tenían que facilitar no solo la actividad en sí, sino aspectos tan esenciales como el transporte o la manutención.

Además, el fantasma de los rebrotes ha planeado sobre 'casals', colonias y campamentos. Se han aplicado las medidas prescritas –las habituales en concentraciones y, básicamente, el encapsulamiento de grupos: 10 niños y un monitor, para poder efectuar una trazabilidad de las infecciones– pero cientos de entidades se han encontrado con lo que califican de «descoordinación total». Según las comarcas, o bien cuarentenas estrictas, sin pruebas PCR o bien pruebas solo a los sospechosos y no a los contactos, con lo que el nivel de desinformación y falta de referentes claros ha derivado también en pérdidas económicas difícilmente subsanables o en situaciones de desprotección para familias que tenían que volver a confinar a sus hijos. No solo se trata de una gestión actual deficiente, sino que es un aviso para navegantes cara al próximo curso escolar. En los centros docentes, con prevenciones similares pueden darse casos parecidos. Conviene, para entonces, disponer de los instrumentos necesarios tanto para evitar el colapso educativo como para proteger a los más débiles de las emergencias sociales que se deriven.