LUCHA CONTRA LOS REBROTES
¿Estamos preparados psicológicamente para 'El confinamiento 2T'?
Las autoridades tienen que asumir que ahora parten de un sentimiento bastante generalizado de descreencia y desconfianza por parte de la población
José Ramón Ubieto
Profesor de Psicología de la UOC y psicólogo clínico y psicoanalista.
José Ramón Ubieto
Partimos de un dato clave: no existen vivencias colectivas homogéneas como respuesta a una crisis, como la actual del coronavirus. No hay el 'todos lo vivimos igual'. Cada uno responde a su manera, con su estilo singular y en consonancia con su estar en el mundo y su manejarse con su vida. Hecha esta salvedad importante, podemos aventurar que un nuevo confinamiento sería una experiencia vital difícil y mucho más complicada que la anterior. Hoy ya constatamos algunos efectos y afectos compartidos, en reacción a los rebrotes.
Un primer tipo son los de tinte depresivo, resultado del frenazo en la salida del túnel en el que nos encontramos. Las expectativas de terminar se aplazan y eso provoca decepción, tristeza, cansancio y una cierta inquietud por no ver la luz al final.
Un segundo grupo son los vinculados a la inhibición social, al aislamiento y reclusión como respuesta fóbica a la nueva emergencia del virus. Se eluden contactos sociales, familiares y se suspenden las salidas de vacaciones porque se impone la desconfianza en los otros (ciudadanos y Gobierno) e incluso el miedo.
Finalmente, encontramos la rabia que se manifiesta como irritación, indignación, desobediencia a las indicaciones de la Administración, y en su límite puede incluso generar conductas violentas. Es una rabia dirigida a lo que se percibe como irresponsabilidad, sea de otras personas que no guardan las distancias ni cumplen las medidas o bien del Gobierno porque se ha mostrado incapaz de prever la situación.
Autoridad minada
Frente a ello, las responsabilidades sí son colectivas, pero a cada uno la suya. Las autoridades, en previsión de tomar medidas más restrictivas, tienen que asumir que parten de un sentimiento bastante generalizado de descreencia y desconfianza por parte de la población -lo que mina claramente su autoridad- y por tanto deberían rectificar algunas actuaciones.
Sus indicaciones deben ser claras (apelar a la responsabilidad individual es loable pero no basta), coherentes (no ayuda prohibir actividades deportivas o culturales perfectamente trazables cuando se permiten otras nocturnas de difícil seguimiento) y proporcionadas (mejor un núcleo que todo). Junto a ello, cabe mejorar medidas y recursos de prevención, detección y seguimiento de los brotes.
Lo que rebrota en cada uno no es responsabilidad del Gobierno, pero las condiciones en que lo hace sí porque de ellas depende mucho cómo podamos encontrar, entre todos, la salida a esta pesadilla.
Las medidas que cada uno tendrá que tomar, en caso de nuevo confinamiento, no serán muy distintas de las ya probadas: mantener el vínculo con los otros, presencial o telemático; activar el cuerpo con paseos o deporte y organizarse el tiempo, separando los momentos (trabajo, ocio, deporte, socialización, intimidad) para evitar la sensación de eternización. En el mientras tanto, conviene darse todas las alegrías y goces posibles, eso sí, con distancia y medidas.
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