Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Miedo líquido

Sin el estrés, la alerta o la preocupación ante una amenaza no hubiéramos sobrevivido. Es un mecanismo de supervivencia que tienen todos los animales. El problema es cuando magnificamos problemas que no lo son

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Otros años, en estas fechas, Carlos ya había reservado un crucero para viajar con su mujer, Ana, y sus dos hijos. Ramón, profesor de secundaria, habría elegido un destino exótico (China, Vietnam, Senegal, Australia…) y se estaría empollando toda la información habida y por haber en internet para saber cómo podía condensar todo lo necesario para sobrevivir un mes en su país de destino en una mochila que pudiera cargar a la espalda. Marta, Allegra y yo estábamos haciendo lo mismo, con la diferencia que nuestros destinos no solían ser tan exóticos. Marta incluso se habría comprado un kit de bolsas de almacenado, y una mini máquina de vacío portátil que nos permitía ahorrar hasta un 50% de espacio en la mochila. Pilar habría elegido un spa de lujo. Y Carmen habría puesto rumbo a Alcossebre, donde hace años compró un apartamento.

Yo ya habría recibido unos cuantos mensajes de WhatsApp desesperados. Ramón, Marta, Pilar, Carmen… todos hechos polvo porque se habían ido a comprar ropa de verano y habían descubierto que si se miraban al espejo en bañador o en biquini les entraban ganas de llorar. Ramón, el más disciplinado, ya habría comenzado una dieta suicida consistente sencillamente en matarse de hambre. Las demás estarían probando la dieta del pomelo, la de la piña, la de los puntos, la de la manzana, la de los 13 días. Carlos, el único que no ha hecho dieta jamás, se quejaría de que su mujer, que sí la hace, estaba de un humor de perros.

Y yo estaría escribiendo el mismo artículo que escribo este año por estas fechas, sobre la operación biquini, el intrusismo profesional de las falsas nutricionistas que se anuncian por internet, y el recordatorio de la famosa frase de Naomi Wolf de que una población con una locura mansa es una población manejable.

Fobia social

Pero este año Ana y Pilar no quieren salir de casa porque han desarrollado fobia social después del confinamiento, por mucho que ellas lo expliquen diciendo que no se sienten seguras. Ramón ha descubierto que no tendría ningún impedimento para la salida de España, pero que gran parte de los países de todo el mundo mantienen severas restricciones a la llegada de viajeros extranjeros.  Marta prefiere ir a ver a sus padres, porque debido a la pandemia ha estado cuatro meses sin verlos.  Carmen ha ido a Alcossebre, sí, pero no se atreve a bajar a la playa porque el primer día comprobó que le era imposible evitar los juegos espontáneos de sus hijos a menos de dos metros.

Sin el estrés, la alerta o la preocupación ante una amenaza no hubiéramos sobrevivido. Es un mecanismo de supervivencia que tienen todos los animales. El problema es cuando lo encaminamos a un objetivo equivocado, cuando magnificamos problemas que no lo son y hacemos un mar de una simple gota de agua.

Inseguridades permanentes

Es lo que Zygmunt Bauman denominó miedo líquido: el producido por aspectos como la crisis o los mercados financieros y otros muchos conceptos que no son tangibles, que no acabamos de entender. Y al final acabamos proyectándolo, de forma inconsciente, en algo que sí entendemos:  kilos y centímetros, conceptos que podemos contar y medir. Pero cuando por fin llega una amenaza real, un problema serio, parece que esa preocupación tan absurda ha desaparecido de un plumazo.

Este año ni uno solo de mis amigos me ha escrito hablando de bañadores, biquinis, peso o dietas.

La paradoja es que, en el mundo más seguro que jamás ha existido, sintamos inseguridades permanentes. Quizá es que nos sea más difícil a los privilegiados adquirir la sensatez que a los sensatos el privilegio. 

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