TRIBUNA

Por una nueva normalidad sin corrupción

Catalunya no puede malgastar otra década en políticas radicales que nos dividen y escándalos que nos empobrecen

Jordi Pujol y Marta Ferrusola

Jordi Pujol y Marta Ferrusola / JOAN MATEU

Carlos Carrizosa

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Lamentablemente, en Catalunya, la nueva normalidad en la que hemos entrado no ha supuesto el destierro del despilfarro del 'procés', ni del silencio cómplice de quienes nos han gobernado ante los casos de corrupción. No hay semana en la que los catalanes no veamos cómo siguen apareciendo en las noticias y desfilando por los juzgados los protagonistas de las páginas más negras de nuestra historia reciente.

Sin ir más lejos, recientemente, el señor Artur Mas compareció en el Parlament, a petición de Cs, para dar explicaciones sobre la sentencia del 'caso Palau', ratificada por el Supremo, que confirmaba el cobro de comisiones ilegales por parte de Convergència. Todo un escándalo que Mas intentó sacudirse sin éxito. Primero, alegando que espera la decisión última del Tribunal Constitucional. Y segundo, tergiversando los hechos pese a la cruda realidad: la sentencia del 'caso Palau' ha dejado al descubierto el 'modus operandi' de Convergència para financiarse ilegalmente. Y que no era el 3%, sino el 4%.

Además, cuando le pedimos que se hiciera cargo de sus responsabilidades políticas, el señor Mas también vino a decirnos que él ya las ha asumido. Pero nada más lejos: todavía mantiene sus privilegios de 'expresident' y una oficina que nos cuesta decenas de miles de euros a todos los catalanes, un auténtico dineral que estaría mejor empleado en blindar áreas prioritarias, como la sanidad, ante los rebrotes de coronavirus que estamos sufriendo en Lleida, L'Hospitalet y Barcelona.

La misma tarde, prácticamente a la hora que Mas salía del Parlament, un juez de la Audiencia Nacional proponía enviar a juicio a toda la familia Pujol por formar una organización criminal para enriquecerse durante décadas con actividades corruptas. Y la próxima semana, la señora Laura Borràs, que ha sonado como la candidata de la formación de los herederos de la antigua Convergència, está citada como imputada en el Supremo por presunta prevaricación, malversación y falsedad documental. Una señora Borràs, con todo un pasado de presuntos trapicheos y amaño de contratos que se suma al cuarteto de ilegalidades que rodean a PujolMasPuigdemont y Torra.

Esta es su herencia: más de 20 casos de corrupción a lo largo de la historia de Convergència. Más de 35 personas directamente vinculadas al partido entre imputados e investigados. 15 sedes embargadas que no son suficientes para cumplir con el pago de los 6,6 millones de euros que se embolsaron del Palau. Y un partido roto y sumido en una batalla por unas nuevas siglas con las que no conseguirán tapar su pasado corrupto.

Ahora, en estos tiempos de crisis sanitaria y económica, es indignante tomar conciencia de que han sido los catalanes quienes han pagado ese 4%; una millonada que financió la campaña electoral que permitió al propio Mas llegar al poder en el año 2010. Los ejemplos del desastre económico fruto de la corrupción y mala gestión son muy variados. Basta con recordar los sobrecostes de la L9 del metro, una losa que pesa sobre los catalanes desde hace más de 10 años. O cómo, ya con el actual Govern, hasta ha habido publicistas que han perdonado facturas de 80.000 euros por el referéndum ilegal del 1 de octubre pero luego han obtenido contratos millonarios.

Estamos en el momento más delicado de nuestra historia reciente y es urgente alumbrar una nueva época; un 'reset' para dejar atrás todo ese lastre. Necesitamos todos los recursos económicos para la gestión de la crisis y pasar página de la corrupción. No nos podemos permitir dirigentes al frente de las instituciones catalanas bajo sospecha de corrupción, ni volver a correr el riesgo de que el dinero de todos los catalanes vaya a parar al bolsillo de unos pocos.

Catalunya no puede malgastar otra década en políticas radicales que nos dividen y escándalos de corrupción que nos empobrecen. Y, menos, tras la pandemia. Más pronto que tarde, los catalanes seremos llamados a las urnas y tendremos que elegir: o continuar en las políticas de la división y unos gobernantes bajo sospecha o empezar una nueva época de reconstrucción desde la moderación y la unión entre catalanes. Porque la crisis de la covid-19 no ofrece segundas oportunidades.