Opinión | Editorial

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Confinamiento voluntario en BCN

Sin un liderazgo claro en la gestión de la crisis por parte del Govern, resulta una solución débil abonarse a la conciencia cívica

La Generalitat aumenta las restricciones en el área metropolitana de Barcelona

La Generalitat aumenta las restricciones en el área metropolitana de Barcelona. En la foto, la 'consellera' de Salut, Alba Vergés, durante el anuncio. / periodico

Ante el evidente aumento de contagios (casi 1.300 en las últimas 24 horas), el incremento de hospitalizaciones, la tensión de la asistencia primaria,  y la constatada transmisión comunitaria del virus más allá de focos controlados, las decisiones del Govern corresponden a dos estadios diferentes: la prohibición y la recomendación. En el primero, se hallan la medidas de reducir la sociabilidad (hasta un máximo de 10 personas pueden agruparse), cerrar los centros de ocio nocturnos (incluidos teatros y cines), los gimnasios y ciertas actividades lúdicas, restringir el aforo de bares y restaurantes al 50%, o mantener abiertas las tiendas con cita previa. Unas medidas similares a las de la fase 2 de la desescalada.

En el segundo, la Generalitat opta por el consejo: que los ciudadanos no salgan de casa más que lo imprescindible. Es muy complejo que la Generalitat, sin el amparo de un estado de alarma, pueda limitar el movimiento, pero en este llamamiento al confinamiento voluntario subyace el «momento horroroso de complejidad», según palabras de la ‘consellera’ Alba Vergés, que afronta la sociedad catalana. El virus, como se advirtió, no se ha ido de vacaciones, y Catalunya lidera el rebrote, y tal vez la temida segunda ola en España.

Resulta muy difícil encontrar la proporción entre la emergencia sanitaria y la económica. Ese ha sido desde el principio el gran problema de gestión de la pandemia. Lo vivió primero el Gobierno central y, ahora, la Generalitat. La realidad es que si los ciudadanos de las áreas de Barcelona y los 17 municipios metropolitanos, o los de la Noguera, hacen caso omiso de las recomendaciones drásticas del Govern, existe una posibilidad cierta de que retrocedamos a los momentos más críticos. Si decisiones como el regreso de la cita previa al comercio ya son dolorosas, otro paso atrás sería catastrófico. No salir de casa si no es estrictamente necesario, pero al mismo tiempo mantener abiertos espacios de sociabilidad es un complicado equilibrio entre la urgencia de atajar el rebrote y el imprescindible mantenimiento de la actividad económica y comercial.

Las medidas propuestas oscilan entre la radicalidad de lo que vivimos meses atrás y la perspectiva de un horizonte oscuro, con la particularidad de que, en estas fechas, un anuncio de este tipo incide en el lento y frágil resurgimiento del turismo y del sector servicios. Además, derivar la asunción de la conciencia cívica (que, en general, se ha asumido desde marzo con rigor y clarividencia) es un ejercicio muy delicado. Por supuesto que debe hacerse una llamada al compromiso de todos, porque la situación es alarmante y porque se trata de un ejercicio de responsabilidad individual y colectiva, pero cabe exigir al Govern que solucione las carencias demostradas hasta ahora, sin un liderazgo claro en la gestión de la crisis y con notables déficits en la estructura del Departament de Salut. Solo un Govern con las ideas claras y una ciudadanía responsable podrán transitar juntos por ese delicado camino entre la emergencia sanitaria y la crisis económica.