La corona, en crisis
El cortafuegos del Rey
El esfuerzo del Gobierno y la Casa Real en salvaguardar a Felipe VI de las investigaciones por corrupción sobre su padre topa con un obstáculo inherente a la propia institución monárquica: su condición hereditaria
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
El incendio crece en los depósitos de la monarquía española. La crisis institucional que zarandea la corona puede multiplicarse al contacto con la catástrofe social de la pandemia. Material altamente inflamable. El Gobierno y Felipe VI se esfuerzan en abrir un cortafuegos que impida que las llamas alcancen el puente de mando de la institución.
Las obras del cortafuegos empezaron con la abdicación de Juan Carlos I en el 2014, después de varios años de erosión: Urdangarín y Cristina, la cacería en <strong>Botsuana</strong>, el vínculo saudí, la relación con Corinna Larsen... Continuó en marzo pasado con la renuncia de Felipe VI a la herencia de su padre, a quien además le retiró la asignación anual de 200.000 euros. Esta decisión del Rey, forzada por las investigaciones sobre las comisiones multimillonarias pagadas presuntamente por Arabia Saudí a Juan Carlos I por la obra del AVE a La Meca, ya era en sí misma una acta acusatoria.
La construcción del cortafuegos se reanuda ahora, al conocerse que Larsen ha declarado a la justicia suiza que Juan Carlos le donó 65 millones "por gratitud y amor". Un tanque de gasolina sobre el incendio. El Gobierno, con el conocimiento de la Casa Real, retira las líneas de defensa en torno al emérito y las concentra en el blindaje del Rey. Plantea que Juan Carlos I deba abandonar la Zarzuela y brinda al sol con una hoy por hoy improbable reforma constitucional para limitar la inviolabilidad real.
Estigma deshonroso
Pero el esfuerzo del Gobierno y la Casa Real en las obras del contrafuegos topa con un obstáculo inherente a la institución monárquica: su condición hereditaria. O cuando el legado es un estigma deshonroso y no existe la opción purificadora que brinda la acción catártica de las urnas.
En una democracia desarrollada, la familia real no es una familia sino una empresa. Una empresa pública. Como tal, debe ofrecer rentabilidad social y honestidad ejemplar. Solo así una institución anclada en principios remotos y ajenos a la racionalidad democrática puede aspirar al consenso necesario para pervivir en el siglo XXI, fuera de época. Este es el reto de Felipe VI.
Suscríbete para seguir leyendo
- TiempoJorge Rey avisa de la llegada de la DANA y lanza una advertencia sobre el próximo fin de semana: "Ya hablaremos
- GenteVÍDEO | Primeras imágenes de Kate Middleton paseando con el Príncipe Guillermo
- BarcelonaGrave accidente en Barcelona: Una menor en estado crítico tras colisionar una bicicleta y un coche
- BarcelonaEstos serán los 7 primeros efectos en Barcelona del nuevo límite al precio del alquiler
- SucesosSeis muertos al arrollar un camión un control de la Guardia Civil en Sevilla
- BarcelonaLa ampliación del Clínic en la Diagonal obliga a modificar la prolongación de la L3 del metro de Barcelona
- Elecciones CatalunyaEncuesta elecciones Catalunya: El PSC sale en cabeza y se mantiene la pugna entre ERC y Junts
- TiempoLluvia, nieve… y “una gran polvareda”