REUNIÓN DEL CONSELL PER LA REPÚBLICA

Impedir que la idea de pacto cuaje en Catalunya

Los tiempos del covid son malos tiempos para la lírica independentista. Y Puigdemont lo sabe

Carles Puigdemont, durante un acto independentista celebrado en Perpinyà el 29 de febrero

Carles Puigdemont, durante un acto independentista celebrado en Perpinyà el 29 de febrero / periodico

Andreu Claret

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Tras la hermética reunión del Consell per la República celebrada en Perpinyà el pasado sábado, Carles Puigdemont prefirió no comparecer ante los medios.  Puede que este sea el dato más significativo de un encuentro que coincidió con malas noticias para él, en todos los frentes. El expresidente tiene una intuición de la que carecen quienes lo acompañan en su aventura. Se dio cuenta de que los idus no le eran favorables. Poco antes de empezar el encuentro, Quim Torra anunció el confinamiento de 120.000 personas de la comarca del Segrià. No era una buena noticia. Y las noticias malas, ya se sabe, nunca vienen solas. El sábado anterior, Marta Pascal había anunciado la creación del Partido Nacionalista de Catalunya, y el martes, el PDECat se había colocado al borde de la ruptura. ¿A quién se le ocurrió convocar el Consell per la República ante una tormenta semejante?

En vez de Puigdemont, compareció Toni Comín anunciando que el Consell iba a impulsar "la confrontación con el Estado para culminar el 'procés". Ni una palabra sobre la pandemia. Ni una idea sobre cómo abordar la crisis social apocalíptica que se nos viene encima. Ni un comentario sobre la iniciativa de Pascal o sobre la decisión de David Bonvehí de plantar cara a la estrategia de Puigdemont. Impasible el ademán, el 'exconseller' de Salut liquidó la reunión con una enésima apelación a prepararse para la lucha final. 'Confrontación' fue la palabra. A los pocos días de que Pedro Sánchez, la patronal y los sindicatos firmaban un acuerdo en la Moncloa. A escasas horas de que Angela Merkel insistiera en el diálogo para afrontar la crisis más importante que ha vivido Europa desde la segunda guerra mundial. Otras dos malas noticias para quienes basan su estrategia en el conflicto permanente y en la idea de que el covid-19 iba a finiquitar el Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos. Mientras en Europa y en España la palabra de moda es 'pacto', para el Consell per la República, la palabra es 'confrontación'. Se entiende que Puigdemont prefiriera no comparecer. Para estos embolados está Comín.

Al margen de Europa, España y de Lleida

Por lo que sabemos, la reunión del Consell per la República transcurrió al margen de lo que ocurre en Europa, en España o en Lleida. Es lo que tiene el exilio. Ausencia de realidad. Creación de una burbuja cada vez más alejada de los problemas reales. Síndrome de la trinchera. En este caso una trinchera digital, respaldada por las 90.000 adhesiones que ha cosechado el Consell. Una cifra encomiable, desde luego, pero que no es nada ante el vendaval social que nos espera en otoño y ante los retos políticos que se ventilan en la Unión Europea. Puede que la identidad digital ofrecida por el Consell a sus afiliados les proporcione un sentimiento de pertenencia, pero ¿de qué sirve ser considerado un elegido si nadie explica cómo se alcanzará la tierra prometida? Tal fue el ensimismamiento que dominó la reunión de Perpinyà, que esta finalizó con la firma de un convenio de cooperación entre el Consell per la República y la delegación de la Catalunya Nord del mismo organismo. Exhibida con la solemnidad de los acuerdos Mólotov-Ribbentropp.

Los tiempos del covid-19 son malos tiempos para la lírica independentista. Puigdemont lo sabe. Lo suyo no es "culminar el procés", como pretendió Comín, sino ganarle la batalla al PDECat, aprovechando la frustración y el desconcierto que recorren el mundo independentista. Hacer que se imponga su idea de movimiento frente a la idea de partido. Con la Crida fracasó, pero poco importa. Está convencido de que ahora puede ganar con el nuevo ingenio político que presentará en sociedad el 25 de julio. Jordi Sánchez, su brazo ejecutor, es el encargado de cortar el cordón umbilical con la vieja Convergència y de darle al nuevo artefacto un toque más progresista. Todo lo que permita la existencia de Esquerra Republicana.

No creo que la ideología importe mucho. El único valor seguro es él, Puigdemont. El millón de votos que obtuvo en las europeas y que la resiliencia de muchos independentistas parece garantizarle. No será un partido, pero será 'el partido del president', así como CDC fue el partido de Jordi Pujol. Un instrumento a favor de un populismo independentista que permita evitar a toda costa que la idea de pacto que recorre Europa cuaje en Catalunya. Impedir que se abra una nueva etapa en las relaciones con el Gobierno de Sánchez. Aunque no permita culminar nada. Aunque haya que pagar el precio de una falta de Gobierno efectivo en Catalunya. 

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