Consecuencias de la pandemia
Una discusión decisiva para la UE
Los Veintisiete buscan la forma de reflotar las economías de los estados miembros afectados por la pandemia
Albert Garrido
Periodista
Albert Garrido
Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE empezarán a redactar hoy la respuesta a una pregunta determinante: ¿cuáles son los límites de la solidaridad europea para reflotar las economías más dañadas por la pandemia? De la cumbre virtual no cabe esperar una contestación inmediata, pero sí disponer de pistas indicativas de hasta qué punto es o no posible que los Veintisiete serán capaces de respetar todas las sensibilidades y, al mismo tiempo, de evitar un desenlace que hipoteque el futuro de una generación con una deuda monstruosa. Porque, en el fondo, la propuesta de la Comisión Europea de poner a disposición de los estados 750.000 millones de euros, dos tercios de ellos en forma de transferencias no reembolsables, mediante la emisión de deuda por la UE, evitaría abundar en el error de hace una década: fiar en la austeridad la salida de la crisis.
Apenas sirve la remisión a precedentes históricos para justificar la utilidad de la propuesta. Acaso solo el 'New Deal' de Franklin D. Roosevelt tenga algún poder de convicción; la federalización de la deuda de los estados acometida por Alexander Hamilton en Estados Unidos (última década del siglo XVIII) queda demasiado lejos y el Plan Marshall que siguió al final de la segunda guerra mundial se aplicó a una Europa con el sistema productivo devastado por la contienda. Por lo demás, los tecnicismos que manejan el frente frugal y el grupo de estados que apoya sin titubeos la iniciativa de la Comisión parten de apriorismos y necesidades radicalmente diferentes, de ideas difícilmente conciliables sobre cuál debe ser el punto de encuentro de la convergencia económica y qué mecanismos son los adecuados para reactivar cuanto antes las economías de Francia, Italia y España, entre otras.
El papel de los tecnócratas
En circunstancias diferentes, estaría bastante extendida la opinión de que la presidencia alemana de la Unión Europea que empieza el 1 de julio, desatascaría la situación, sobre todo porque Angela Merkel se unió a Emmanuel Macron para proponer la creación de un fondo no reembolsable de 500.000 millones de euros. Pero el ocaso político de la cancillera y la decisión del PPE -conservadores y democristianos–, con la complicidad entusiasta del PP español, de ser extremadamente exigente con las condiciones para acceder a subvenciones y préstamos abre la puerta quizá a un intervencionismo exagerado de los tecnócratas (otra vez, los hombres de negro).
El economista alemán Daniel Gros, director del Centro de Estudios de Política Europea, entiende que aquello que decidan los estados debe tener la virtud de consolidarse como una herramienta útil "de estabilización económica cuando retornen los tiempos normales". Se trata de un punto de vista sensato por realista, pero que seguramente alarma a los frugales, temerosos de que el precedente de las ayudas no reembolsables sirva para abrir una vez más el melón de los eurobonos y de la mutualización como sistema. Queda mucho partido por jugar, pero de cuál sea el resultado depende en gran medida la cohesión de Europa por una larga temporada.
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