El racismo
Así de hipócritas somos
El buenismo de determinada izquierda aborda el asunto olvidando que deberes y derechos deberían ser una exigencia universal
Sergi Sol
Periodista
Esta vez el escándalo ha salpicado a los Mossos d’Esquadra, a cuenta de una grabación que se ha hecho pública tras año y medio. El audio no deja mucho margen a la duda. Los Mossos maltratan con saña racista a un detenido. Lo grave del caso ya no es que ocurra si no que, en su momento, no se tomaran medidas. O estas consistieron en un simple cambio de destino, como si eso garantizara nada. Tal vez en ese destino no haya ningún negro cerca al que acometer.
Dicho de otro modo se optó no solo por silenciar el caso sino por una sanción tan liviana como ineficaz. El parecido con el hombre de raza negra que murió a resueltas de la fuerza bruta que se aplicó para reducirlo en Minneápolis es evidente. En ambos casos estamos ante una intervención policial. Y en ambos casos tenemos conocimiento del hecho gracias a una imágenes o a un audio. De no ser así tal vez jamás hubiera trascendido. O se hubiera encubierto su muerte, caso de Estados Unidos, con algún eufemismo a modo de cajón de sastre para justificar cualquier medida aunque la consecuencia pueda ser fatal.
Otra cosa es la hipocresía con que se acomete el racismo. Por un lado, el buenismo de determinada izquierda que aborda el asunto olvidando que deberes y derechos debieran ser una exigencia universal. Por otro lado, caso de los menas, por qué no vale escandalizarse por que un vecino prefiera una residencia para jóvenes cristianos y no para chicos sin padres llegados del más allá, a menudo huyendo de guerras o miseria.
Incluso hemos visto una y otra vez cómo alcaldes de formaciones pretendidamente de izquierdas y, en principio, sensibles con temas tan delicados como estos, adoptan posiciones que nada tienen que envidiar a la derecha más feroz. Para muestra un botón. En plena campaña de las elecciones municipales, la alcaldesa de Rubí no dudó en participar en un escrache para protestar contra la posible creación de un centro para menores no acompañados. Jamás lo hubiera hecho de no ser que tuviera la certeza que ese gesto le iba a dar réditos electorales. Lo mismo en Badalona, donde el alcalde (con un pacto entre PSC y Podemos) se jactó públicamente de impedir la apertura de un centro de menas. Para luego salir Albiol a rematar la faena. El los cerraría todos. Así somos.
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