DOS MIRADAS
No es un elogio fúnebre
La Sardà sabia que es sobre un escenario donde se construyen las pasiones perdurables
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep Maria Fonalleras
La última vez que vi a la Sardà (el artículo se reserva para las grandes, como la Espert o la Lizaran) fue en el Teatre de Salt. Debía participar en un acto de homenaje a su compañera y amiga, también actriz, Cristina Cervià, que había fallecido pocos meses antes. No lo pudo hacer, porque la debilidad del cuerpo impedía ese esfuerzo, pero sí dirigió la pieza, 'CredoinunsolODIO', con una potencia extrema, con la vitalidad de quien sabía que es sobre un escenario donde se construyen las pasiones perdurables. Es a partir de lo efímero que se consigue crear momentos que nunca se marchitarán. La esencia del teatro es esta.
Dirigida por Lluís Pasqual, en el Lliure, la Sardà ya había interpretado antes la obra, un monólogo a tres bandas sobre la Intifada palestina. Esa noche la recuperó con tres actrices también amigas, Meritxell Yanes, Mercè Pons y Míriam Iscla. Fue una celebración de la vida. No un elogio fúnebre, sino la conjunción de unas personas, de unas amistades sólidas, íntimas, forjadas en torno a la intensidad que se genera en un teatro. La Sardà era eso. Mantenía fidelidades cuando la noche era oscura y los ejércitos ignorantes chocaban entre ellos.
Suscríbete para seguir leyendo
- La FGE sustituye a la fiscal de Madrid por el fiscal superior de Extremadura en la querella de la pareja de Ayuso contra dos fiscales en su caso de fraude
- Este domingo puedes visitar el bosque del Prat que solo abre 10 veces al año
- Muere Carola Miró, la esposa del expresidente de la Generalitat Quim Torra
- 30 frases e imágenes para felicitar el Día de la Madre 2023
- Un muerto en un tiroteo al lado de la parada de metro de Maresme-Fòrum de Barcelona
- Hacienda está enviando este SMS a quienes hacen la declaración de la renta: qué significa
- Futuro Hospital del Vallès: ¿cómo afectará al tráfico de las carreteras de la comarca?
- Cómo ver el concierto gratuito de Madonna en Copacabana