Modelo de ciudad

Barcelona, año cero

Urge que acertemos la receta para esta Barcelona tan tocada, tan convaleciente, tan querida

Colocación de vallas para cortar el tráfico en el lateral de la Diagonal con el paseo de Sant Joan, en Barcelona

Colocación de vallas para cortar el tráfico en el lateral de la Diagonal con el paseo de Sant Joan, en Barcelona. / periodico

Mar Calpena

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Los barceloneses, dice un amigo mío, somos timoratos a la hora de salir de nuestro propio barrio. El covid nos ha quitado la opción de alejarnos de casa, y a la que hemos podido irnos moviendo hemos encontrado una ciudad muy distinta a la de antes de la pandemia. Con menos coches y turistas, sin poder ir despistados para no chocar, nuestra mirada es más corta. Nos revela imágenes que no habíamos sabido mirar, a base de tanto verlas. Algunas, como las colas del hambre, son terribles. Pero también recupera otras más bellas, de fachadas y lugares.

El domingo, en un Montjuïc sin exámenes de conducir ni macroconciertos, pasé por senderos estrechos y casi vacíos, un entorno verde que ni siete mil plataformas de cine y series pueden reemplazar. La ciudad tiene un pulmón verde que, exposición universal arriba, juegos olímpicos abajo, los barceloneses apenas pisamos. Y lo mismo sucede con la Sagrada Família o el Park Güell. Al levantarse el velo del turismo nos reencontramos con espacios a los que habíamos casi dado por perdidos. La especulación cede momentáneamente terreno. Bajan los precios en terrazas de las Rambla, la Boqueria intenta volver a ser un mercado y no un parque de atracciones, y los alquileres turísticos languidecen sin clientes. Si no vamos con cuidado en la desescalada, nada de esto durará.

Sí, ni el turismo ni el automóvil van a desaparecer del todo, aunque sea porque muchos hogares dependen de ellos. Pero caminando por esta Barcelona en animación suspendida, con el recuerdo de los muertos, y la negra sombra de la crisis económica, el totalitarismo y la polarización a cuestas, encuentro refugio en la brisa y el silencio de unas calles rehumanizadas. Y pienso que no, que mentira, que 'tot no anirà bé', pero que tenemos la obligación de intentar que al menos sí vaya mejor. Ya hemos visto con los estudios de la hidrocloroxiquina y el covid que algunas medicinas, aunque útiles para ciertas dolencias, también nos pueden acabar matando. Urge pues que acertemos la receta para esta Barcelona tan tocada, tan convaleciente, tan querida.

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