Barcelona liderará de nuevo el turismo urbano

No tengo ninguna duda de que Barcelona volverá a ser un destino turístico importante. Ahora mismo está entre los primeros destinos preferidos en el imaginario internacional y su capacidad para atraer ferias y congresos sigue intacta. Sin embargo una adecuada presencia en la memoria del futuro viajante no es suficiente para garantizar la sostenibilidad de un sector tan complejo ni para completar esa economía global de la ciudad que se nutre en buena medida del gasto que aporta el turista. Las circunstancias exigen dar un paso colectivo para lanzar al mundo un mensaje inequívoco a favor del turismo.

Soy consciente de que este mensaje no puede remitirnos a una repetición lineal del pasado. Es imposible y además sería un error descomunal. Barcelona ya puso negro sobre blanco su listado de deberes en materia turística y esta agenda debe cumplirse con rigor: desconcentración, movilidad racional, diversificación de contenidos, sostenibilidad medioambiental y compromiso cívico. Pero asumir estos objetivos no debe impedir que trabajemos para mantener nuestra excelente posición en el mundo del turismo ni que consigamos ampliar los beneficios que aporta para la ciudad la economía del visitante.

Hace pocos días el Consell de Turisme i Ciutat de Barcelona, órgano participativo formado por empresas del sector, sindicatos, asociaciones vecinales y partidos políticos emitió una declaración muy significativa al respecto: hay que recuperar el turismo, toda vez que debemos mejorar su calidad y evitar sus externalidades negativas.

Tres frentes

Hay tres frentes en los que tenemos que librar la batalla para la recuperación turística. El primero consiste en explicar de manera clara a todo el mundo que Barcelona es una ciudad segura y a fecha de hoy estamos en condiciones de asegurar que una vez se estabilicen las normas y los protocolos higiénicos nuestra ciudad podrá garantizar que el conjunto de la actividad que afecta al visitante será segura y libre del peligro del covid-19.

No se trata únicamente de que los grandes sectores hoteleros, comerciales u hosteleros apliquen protocolos fiables, sino de asegurar que cualquier pequeño agente el sector, el tejido cultural y todo el espacio público también generen un marco similar de confianza.

El segundo frente son las campañas de comunicación que deben dirigirse a los potenciales visitantes. Debemos mejorar nuestra competitividad, porqué cada turista será objeto de una atención casi personalizada, lo cual supone lanzar mensajes innovadores donde fluyan nuevos contenidos y nuevas visones de la ciudad. La creatividad, la cultura, el urbanismo y los atractivos de barrios poco presentes en el imaginario turístico tradicional de la ciudad serán de vital importancia para renovar nuestra oferta.

A mediados de junio lanzaremos los primeros mensajes en un proceso que de manera ininterrumpida se prolongará hasta navidad, momento en el que todos confiamos que sea posible planificar el futuro de manera ordenada. En este empeño debemos aunar esfuerzos integrando, además de la administración, al conjunto de agentes del sector

El tercer frente es el del consenso ciudadano sobre la función social y económica del visitante. En Barcelona y en toda Europa se ha vivido un profundo debate sobre esta cuestión que ha servido para tomar conciencia de las contradicciones que supone una política turística básicamente incrementalista. La pandemia nos ha dado la oportunidad de avanzar en este debate de manera racional: hacen falta turistas, pero los queremos diferentes, más comprometidos y más conscientes de los valores de nuestra ciudad. Bienvenido sea el debate si comporta una posibilidad de consenso.

Barcelona está en las mejores condiciones para garantizar el éxito en estos tres frentes: la seguridad, el mensaje y el consenso. No es poca cosa en los tiempos que corren y por eso a poco tardar volveremos a liderar los mejores ranquings de prestigio internacional urbano.

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