POLÉMICA GESTIÓN DEL COVID-19

La rebelión de la reacción

Que personas pertenecientes a los segmentos sociales más privilegiados del país hagan aspavientos contra el Gobierno no deja de sorprender

Un momento de la manifestación contra la gestión de la crisis del coronavirus por parte del Gobierno convocada por Vox en Madrid, el domingo 23 de mayo

Un momento de la manifestación contra la gestión de la crisis del coronavirus por parte del Gobierno convocada por Vox en Madrid, el domingo 23 de mayo / periodico

Salvador Martí Puig

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Las imágenes retransmitidas el pasado domingo en que se veía a 'gente bien' protestando ruidosamente en zonas privilegiadas de Madrid, Sevilla o Málaga han dejado boquiabierto a más de uno. Que personas pertenecientes a los segmentos sociales más privilegiados del país hagan aspavientos de forma ruidosa -con caceroladas, por ejemplo- y blanden palos de golf al aire contra el Gobierno no deja de sorprender. Sobre todo porque estos sectores siempre son los menos golpeados cuando las cosas se tuercen, como ha sucedido estos meses con la pandemia del covid-19.

Sin embargo, esto no es novedad, incluso es posible señalar algunos célebres episodios de protestas conservadoras contra gobiernos progresistas, como fue el caso de las manifestaciones de amas de casa pertenecientes a sectores acomodados contra la gestión de Salvador Allende en Santiago de Chile y de los recurrentes 'cacerolazos' en Caracas contra Hugo Chávez durante más de una década.

Dos explicaciones

¿Por qué nos asombra este tipo de protestas impulsadas por sectores privilegiados de la sociedad? Básicamente por dos cuestiones. La primera es porque que hasta hace poco los estudios sobre política se concentraban en el estudio y el análisis del voto, y casi no se hacía referencia a lo que acontecía en la calle. Y la segunda es porque se presuponía que protestar y gritar en público era patrimonio de jóvenes idealistas, radicalizados o de la plebe.

Sobre este último tema, sin embargo, es preciso señalar que durante la última década determinados sectores la derecha radical -la llamada 'alt-right' en Estados Unidos- han empezado a ocupar el espacio público para hacerse oír.

Es más, hoy asistimos a una renovada fuerza de pulsiones ultranacionalistas cuyos programas incluyen elementos antiliberales, antidemocráticos, racistas y contra la inmigración. En Europa esas pulsiones se articulan de manera fundamental por los partidos de la derecha radical, los cuales han cuestionado consensos políticos y culturales que parecían intocables en las sociedades democrático-liberales, y la concreción de lo expuesto en España se llama Vox.

No es casual, pues, que haya sido Vox la formación que ha convocado y jaleado manifestaciones en las que se mezclan señores en descapotable y jóvenes con 'pose' falangista mostrando banderas españolas (muchas de ellas preconstitucionales) y cantando consignas contra el Gobierno. En el fondo estas algaradas dan cuenta de la permanencia de un sector de la sociedad que se autodefine superior y que reclama recuperar (o mantener) sus privilegios frente a una serie de supuestos 'usurpadores', sean estos los inmigrantes, los musulmanes, el colectivo LGBTI o el mismo Gobierno en turno.

Sin duda, el auge de las redes sociales y la proliferación de medios de comunicación y fundaciones que dan cancha a la extrema derecha han proporcionado un terreno fértil para su crecimiento. La crisis del covid-19 solo ha sido un detonante.

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