Los efectos del covid-19

La urgente metamorfosis hotelera

Los nuevos hoteles optimizarán su funcionamiento minimizando e invisibilizando al personal

Una mujer entra en un hotel de Barcelona.

Una mujer entra en un hotel de Barcelona. / periodico

Juli Capella

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España es uno de los países líderes mundiales en hotelería, pero no somos muy conscientes de ello. Cuenta con unos 15.000 hoteles, con un millón y medio de camas, que permiten 350 millones de pernoctaciones anuales. Ofrece el 23% de toda la oferta hotelera de la Unión Europea. Para que se aprecie la magnitud, el doble que Italia y el triple que Francia, dos gigantes turísticos. De ahí la importancia clave de una actividad que ha sido arrollada de forma contundente por el covid-19. Un sector que además de poderoso cuantitativamente, es cualificado y ha sabido innovar e internacionalizarse. Ahora los hoteles deberán refundarse radicalmente. No solo por el descenso inmediato del turismo que va a durar años, sino también por un presumible cambio de hábitos laborales. El teletrabajo pujante nos ha descubierto la inutilidad de muchos viajes de negocios absurdos, desperdiciando tiempo y dinero, y además contaminando. Por lo que tanto el hotel vacacional sea costero o urbano, como el de negocios, sea exprés o 'boutique', deberán repensarse.

Una primera consecuencia es que muchos de estos establecimientos sobran, irán cayendo los más obsoletos, reconvertidos en vivienda. Quedarán los que sepan transformarse de forma veloz y modélica. Pero sobre todo se abre una interesante oportunidad para los nuevos proyectos en curso.

Ya no podrá haber vestíbulos con zonas comunes de espera, con prensa y ordenadores de uso libre. La recepción será automatizada y se le añadirá un 'check-in' sanitario, a modo de microenfermería con una prueba inmediata de salud básica y la entrega de un kit de higiene y protección –en vez de innecesarias 'amenities'–. Los nuevos hoteles optimizarán su funcionamiento minimizando e invisibilizando al personal. Se eliminarán radicalmente pomos de puerta, dispensadores manuales, botones de ascensor, teclados, telemandos de TV, asas de cajones, pomos de armarios, pulsador de cisternas, grifos –¡a ver si de una vez funcionan sin tener que gesticular absurdamente hacia el sensor!–. Y lo más urgente, requerirán interruptores de luz sin contacto, que seguro ya están desarrollando empresas avispadas.

Dentro de la habitación deberás sentirte a salvo sin parecer una clínica. Rodeado de nuevos materiales cálidos, antibacterianos y fáciles de limpiar. Adiós a la parafernalia tapicera. Todo con una climatización y purificación de aire que puedas monitorizar.

Pero lo más difícil será solventar los espacios de concurrencia, tales como bar, bufet o restaurante, justo ahora que los hoteles los estaban conquistando como destino de interés. Los salones de reuniones, convenciones, celebraciones, presentaciones o fiestas, otro de los grandes recursos comerciales de muchos hoteles, quedan ahora descolocados.

Un apasionante reto para arquitectos, interioristas y cadenas hoteleras que en vez de lamentarse quieran ver la oportunidad que se avecina. Para que el cliente –que como decía Cesar Ritz siempre tiene la razón– se encuentre mejor que en casa. “Hotel, dulce hotel” canta Sabina.

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