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La Gran Convulsión

El fallo del Tribunal Constitucional alemán es un torpedo contra la capacidad del BCE para afrontar la peor crisis económica

Leonard Beard

Leonard Beard / LEONARD BEARD

Joan Tapia

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Es relevante saber si el Congreso prorroga por un mes del estado de alarma. Y qué pasará con el turismo -que ha sido la válvula de salida de nuestras crisis- este verano. Pero los árboles, por altos que sean, no nos deben ocultar la trascendencia de lo que está pasando.

Lawrence Summers es un intelectual reputado que durante seis años fue rector de la Universidad de Harvard. También un gran economista neokeynesiano que fue un cerebro del FMI. Y un político con experiencia como secretario del Tesoro de Bill Clinton. El 71º sucesor de Alexander Hamilton, el padre fundador que hizo que Estados Unidos asumiera la deuda de los 13 estados de la Unión.

Pues bien, Summers acaba de escribir que el coronavirus, como gran infortunio y por las consecuencias que generará, marcará un hito en la historia de la humanidad. Habrá un antes y un después, como pasó con el asesinato del archiduque de Austria que desencadenó la primera guerra mundial, el 'crack' del 29 y la conferencia de Múnich que quiso apaciguar a Adolf Hitler y llevó a la segunda guerra mundial. Tendrá más relevancia histórica que el atentado terrorista del 2001 a las Torras Gemelas y la crisis del 2008. Que vayan a morir más estadounidenses que en todas las guerras de los últimos 70 años (Corea, Vietnam, Afganistán, Irak) es solo un dato más.

La teoría de Lawrence Summers

Para Summers es la gran convulsión. El peligro no viene ahora de un desastre político, o económico, o de la guerra entre estados, sino de la lucha contra un enemigo descontrolado y exterior a la humanidad. Y cree además que en esta batalla los Estados Unidos de Donald Trump no han sabido liderar el mundo. Pero tampoco las otras democracias lo han hecho mejor, pues no han tenido un ratio de muertos por habitante menor al estadounidense. ¿Incapacidad de las democracias occidentales?

En todo caso, la tasa de mortalidad por la pandemia de países como Corea, Japón, Taiwán y Singapur no llega al 5% de la de Estados Unidos. Añadámosle el conflicto cada día más fuerte -aunque no caliente- con China, y Summers llega a la conclusión de que así como el siglo XIX fue británico y el XX americano, es muy probable que el siglo XXI sea de Asia. ¿Será Pekín la nueva Roma?

¿Será el coronavirus la bisagra que traslade el eje del mundo desde el Atlántico norte hasta China y los países de Asia?

Quizá Summers exagera y solo ha escrito una brillante tesis. Lo desearía. Pero lo que está sucediendo en Europa lleva a pensar -lo ha dicho Emmanuel Macron, que quiere ser un Tocqueville con mando- que Europa está en un momento difícil y que la moneda puede caer del lado equivocado. Por una parte, está claro que, como en el 2012, el Banco Central Europeo (BCE) -entonces dirigido por Mario Draghi- será clave para afrontar la crisis al financiar el crecimiento inevitable de la deuda de los países menos ricos (Italia y España, pero también Francia). Y que esa tarea, el BCE de Christine Lagarde la puede hacer -como el de Draghi- con el gran paraguas de que la inflación no quede demasiado lejos (por baja) del 2%. Aunque cuando se creó el BCE el miedo era que se disparara por arriba.

Pero desde hace años la UE no se decidió nunca -ningún estado quiso- a convertirse en un gran estado federal. Primaron las querencias y las obligaciones de los viejos (pero existentes) estados nacionales. Ya se vio con la crisis de la inmigración del 2015 y ahora con el cierre de fronteras para ahuyentar la pandemia. Y en las discusiones de los estados del norte y del sur para pactar una respuesta común a la crisis. Pero en última instancia siempre estaba el BCE para sacar las castañas del fuego.

Pero el Tribunal Constitucional alemán puede haber roto el precario equilibrio con una sentencia contraria -si el BCE no justifica "la proporcionalidad" en tres meses- a las compras de bonos de los estados en la crisis del 2012 y al ordenar al Bundesbank que, en ese caso, venda los bonos entonces adquiridos. ¿Alemania, que siempre abogó por la independencia del BCE, la va a limitar ahora?

Pero quizá lo peor no sea esto, que podría capar la actuación futura del BCE, sino que el tribunal alemán se atreve a afirmar que una anterior sentencia del 2018 del Tribunal de Justicia de Luxemburgo -la máxima autoridad judicial europea- era errónea. ¿Puede el tribunal supremo de un estado miembro juzgar y corregir al máximo tribunal europeo? ¿Y si lo hace el Constitucional español o el de Polonia?

Lo indudable es que si Angela Merkel, en fin de mandato, y la gran coalición CDU-SPD no lo arreglan (que no es fácil), la UE puede entrar en una grave crisis constitucional que la conduzca a la irrelevancia.

La tesis de Summers sobre la gran convulsión se confirmaría. Falla Estados Unidos y no solo por Trump. Se deshilacha el proyecto europeo. Asia y China están ahí.

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