LA CLAVE

Reconstruir con decencia

La reconstrucción de este país, cuya semilla se ha sembrado en el Congreso, debe satisfacer a varias generaciones. No bastará con estar. Habrá que saber estar y para qué se está. El diálogo no es opción, es emergencia nacional

Una enfermera, durante los aplausos a los sanitarios en el Hospital Gregorio Marañón, el 2 de abril

Una enfermera, durante los aplausos a los sanitarios en el Hospital Gregorio Marañón, el 2 de abril / periodico

Gemma Robles

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Si hay algo que merecen los muertos del coronavirus y las víctimas de su crueldad es respeto. Y decencia a la hora de abordar lo que nos viene. Mucha decencia. La reconstrucción de este país, cuya semilla se plantó este jueves en el Congreso con exceso de diputados (demasiados, sin ser necesario, dada la fase de desescalada) no será efectiva ni servirá para satisfacer a varias generaciones si el horizonte a alcanzar no es, principalmente, decente. No bastará con estar en esa comisión. Habrá que saber estar y para qué se está.

Se debe primar la vida. La salud. Garantizar  medios y medidas prudentes. Transparencia. Inversión. Nunca más sanitarios-héroes con aplausos pero sin mascarillas. Fin del mercadeo con el Estado del bienestar para que un puñado de sinvergüenzas se lleven comisiones o se las procuren a sus entornos (en los tribunales seguimos conociendo detalles al respecto).

Nunca más lloros por fallecidos para los que no hubo respiradores. Punto final a considerar la inversión en ciencia e investigación un lujo prescindible. Hay que tratar de garantizar empleo y sustento básico a quien ahora está en edad de trabajar. Y a sus hijos educación de calidad (ojo al lado oscuro de la telesegregación escolar que asoma).

Residencias y política

También es decencia conjurarse para que nuestros mayores no mueran de forma indigna en supuestas residencias, porque las autoridades están demasiado ocupadas para vigilar servicios subvencionados que esconden inconfesables réditos a costa de nuestros viejos. De los mismos que se echaron a sus espaldas la anterior crisis en España, dando cobijo y compartiendo pensión con sus jóvenes, obligados a pasar la vergüenza de volver a casa. Decencia. 

Y decencia y altura de miras también en la política. El Gobierno deberá  aceptar su debilidad parlamentaria. La oposición, digerir el momento histórico y tomar decisiones que le permitan mirarse en el espejo del futuro. El diálogo no es una opción. Es una emergencia nacional.