Hay futuro

Una mujer leyendo el periódico italiano 'Il Manifesto'.

Una mujer leyendo el periódico italiano 'Il Manifesto'. / BL JW**LON**

Mikel Lejarza

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El paso de los soportes tradicionales al digital ha supuesto en lo que llevamos de siglo un reto complicado para los medios de comunicación. Cuando tras muchos vaivenes, y en algunos casos situaciones dramáticas, el sector comenzaba a atisbar una cierta velocidad de crucero, el <strong>coronavirus </strong>lo ha vuelto a poner todo patas arriba. Vale, todavía la pesadilla no ha acabado, pero hay que empezar a preguntarse: ¿Y cuando pase, qué? Porque en el audiovisual, como en casi todos los órdenes de la vida, cunde la sensación de que ya nada será como antes y que, en consecuencia, habrá que inventar algo nuevo.

La primera cuestión es la económica. Los medios de comunicación se han mostrado durante la pandemia como un elemento de servicio público esencial y vertebrador de la sociedad en su conjunto. Nos han informado, nos han acompañado y nos han entretenido en tiempos difíciles y ahora nos toca defenderles a ellos. Pero habrá que hacerlo desde el realismo de una sociedad muy empobrecida en la que no habrá dinero para todo desde el primer minuto. Habrá que elegir y hacerlo sin dañar la libertad editorial y de competencia.

En segundo lugar está el factor cultural. Para algunos el primero, porque una sociedad sin cultura sería como vivir sin aire. En un panorama de arcas vacías, habrá que dar un paso rotundo en favor de los mecenazgos y las exenciones fiscales como forma de financiación. Porque exigir un mayor compromiso en favor del producto local suena a eslogan de Trump. Ya saben, aquello del "America first", y ¿no nos gustaba, no?

Respecto a qué productos demandará el público, no es difícil pronosticar que tras una tragedia y pasado el duelo, la sociedad tendrá ganas de alegría, más que de dramas; y que, por lo tanto, es probable una tendencia a primar la comedia (algo en lo que somos muy competitivos) y el buenrollismo de relatos sencillos frente a tanta historia rebuscada y pretendidamente profunda como las que abundan guiadas por el deseo de epatar a base de rizar los rizos. Saldremos del túnel en busca de luz y con ganas de reír.

Los modelos de la televisión generalista volcada en la actualidad en directo, y el enlatado de las plataformas basado en la ficción, salen ambos fortalecidos por su complementariedad. La radio continuará siendo una compañía imprescindible, como ese viejo amigo que nunca falla, pero también un negocio no tan grande como otros, pero sólido como pocos. La prensa… ¿Quién en estos días de encierro no ha acudido con avidez a sus cabeceras de periódicos preferidas en busca de noticias ? El buen periodismo es su tabla de salvación.

Y los jóvenes. Si los ancianos han sido los más afectados por la pandemia, los jóvenes lo van a ser en lo que vendrá después. A la mayoría le espera un mercado laboral precario, inseguro y con bajos salarios, por lo que quienes estén a punto de terminar sus estudios en comunicación caerán en la desesperanza. Recordémosles que cuando sus abuelos tenían la misma edad el panorama era peor; había menos periódicos, menos radios, menos televisión, menos productoras, menos cine; menos libros, y que internet no existía. Y sin embargo vivieron y trabajaron. Y ellos también lo harán.