Al contrataque
Una teoría sobre Sánchez
El presidente ha encontrado la tecla desbloqueadora de la UE y ha acertado con las medidas internas, pero ha sido mediocre en la comunicación
Antonio Franco
Periodista
Antonio Franco
Da la impresión que, de cosecha propia o inducido por Nadia Calviño y empujado por Pablo Iglesias, el presidente Pedro Sánchez es quien ha encontrado la tecla desbloqueadora de la Unión Europea para hacer frente al desastre económico del coronavirus. Especialista en situaciones casi imposibles, cuando los países ricos se negaban a crear un Plan Marshall, él ha puesto sobre la mesa la fórmula que le parece bien a la señora Merkel. Alemania y Holanda no querían que países como Italia y España al enjugar la deuda que creará la pandemia colasen con ella la anterior, la del pasado, la creada por ineficiencias y despilfarros. La idea de un multimillonario fondo europeo de reconstrucción a partir del presupuesto de la UE y regulado por ella es convincente.
Sánchez también acierta con las medidas económicas internas para paliar en lo posible el desplome productivo y el desempleo que el virus crea en España. Su plan, ajustado y retocado sobre la marcha a medida que se descubren nuevos perjuicios, parece ser lo que honestamente puede hacer el Gobierno de un país débil que depende de forma abusiva del turismo, la segunda gran víctima mundial del virus después de los ancianos de los geriátricos. Habría sido horrible sufrir esta etapa con el inmóvil Rajoy a los mandos y Cayetana Álvarez de Toledo recitando la doctrina oficial. También nos ha aliviado la presencia de Iglesias, más responsable que nunca, recordando que con el actual Gobierno esta vez las personas son más importantes que el mundo financiero.
Por el contrario, hemos tenido al Sánchez más mediocre en la comunicación, al no cuidar la especificidad del régimen político y competencial de las autonomías, y al medir mal sensibilidades populares vivas (como con los niños). Este país se ha sabido compactar frente al virus pese a la oposición política cainita y disgregadora. Ha superado el apocamiento de las caras científicas elegidas para informarnos y la presencia de militares fuera de sitio y con uniforme equivocado (sin bata blanca) en TV. Pero también la falta de empatía del presidente, posiblemente eficiente pero sin carisma aglutinador. Desde Catalunya verle solo consuela por comparación; pese a sus limitaciones es toda una alternativa a esa especie de corte de los milagros de los Quim Torra, Budó, Buch, El Homrani, Vicent Sanchis y Canadell en sus respectivos cometidos sobre la crisis. Porque no han fallado por independentistas (muchos soberanistas han demostrado ser encomiables), sino por su falta de clase.
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