Aute

Ha muerto el gran poeta de lo cotidiano para varias generaciones. el trovador de la eternidad de nuestros instantes más íntimos

Luis Eduardo Aute, en una imagen promocional del 2007

Luis Eduardo Aute, en una imagen promocional del 2007

Albert Sáez

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Entre el ruido del coronavirus murió Luis Eduardo Aute. Sus familiares y amigos, muchos, le han llorado en pleno confinamiento. La autoridad de los críticos, con el maestro Jordi Bianciotto al frente, ha dirimido el lugar que merece en el panteón de la música, de la pintura, del cine y, en definitiva, de la poesía. Pero la orfandad nos la quedamos los fans. Esos que jamás le dimos la mano ni conversamos con él ni le pudimos abrazar, pero que le lloramos porque hemos perdido a nuestro confidente, nuestro coaching, nuestro consejero, espiritual y terrenal. Un místico carnal como le definió uno de sus amigos, el pintor Fernando Bellver, en el documental Auterretrato.

Muchos tienen un verso de Aute grabado en todos los grandes instantes de sus vidas: cuando se enamoraron, cuando les dejaron, cuando volvieron a intentarlo, cuando rompieron con los padres, cuando hicieron el amor, cuando se convirtieron en descreídos, cuando se casaron, cuando nacieron sus hijos, cuando fueron infieles, cuando se divorciaron, cuando tuvieron que decirles a sus hijos que el mundo no era como su mundo, cuando chocaron con la muerte, cuando saborearon la libertad, cuando descubrieron la belleza, la injusticia o la mentira. Aute ha sido el gran poeta de lo cotidiano para varias generaciones. No un poeta de la banalidad, como creyeron equivocadamente las primeras discográficas que lo ficharon, sino el trovador de la eternidad de nuestros instantes más íntimos. De manera que ante cualquier adversidad o alegría de la vida, siempre tenemos un verso de Aute con el que sellar nuestro recuerdo. Sus canciones, sus películas, sus cuadros y sus poemigas nos seguirán acompañando. Lo que se nos fue es su mirada, su latido con el que entender las cosas que traerá el futuro. Ahí es donde los seguidores nos quedamos huérfanos, igual que su familia y sus amigos. Los versos de Aute sirven incluso para acompañar la ausencia de Aute, lo que no está tan claro es que podamos entender el futuro sin Aute. Dedicó su vida a resolver ese gran enigma. Nos ayudó a vivirlo mejor, pero el futuro será más difícil sin su latido. Nos queda su música... y sus versos.