Opinión | Editorial
Epidemia económica global
La amenaza a la liquidez parece controlada, pero se han de dar nuevos pasos para combatir el inédito "mazazo productivo"
El paro creció en una semana en 3,3 millones de personas en Estados Unidos. La llegada de la pandemia del covid-19 empieza a paralizar también a la primera economía del planeta. Es una cifra inédita en la historia de ese país, y que justifica la batería de medidas que ha anunciado esta misma semana la Reserva Federal, que tienen como misión fundacional la lucha contra el desempleo. La Fed comprará ilimitadamente deuda pública y privada e incluso pagarés de empresas. Hará, nuevamente, todo lo que sea necesario. E incluso una administración tan atípica como la de Donald Trump está a punto de aprobar un incremento del gasto público de 2,2 billones de dólares. El secretario del Tesoro estima que van a transferir aproximadamente unos 3.000 dólares al mes por familia mientras dure el confinamiento. Esta contundencia hizo que la cifra del paro no azotara a los mercados bursátiles, que entendieron que las medidas adoptadas van a ser suficientes.
También en Europa los mercados avalan la política del Banco Central Europeo (BCE) que ha dado un paso más al anunciar que levanta el límite de compra de deuda pública que tenía establecida por cada Estado. Ahora podrá superar un tercio del total de la emitida por uno de los países de la eurozona. La gravedad de la situación alienta las peticiones para que se tomen medidas consideradas tradicionalmente como heterodoxas. El expresidente del BCE, Mario Draghi, pide que la institución empiece a cancelar deuda a las empresas. El mundo se dirige hacia una gran condonación de esos bonos guardados a buen recaudo en los bancos centrales. El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, urge la creación de un seguro europeo de desempleo, una vieja reivindicación sindical.
Un tercio de la población de la humanidad vive en estos momentos confinada para intentar contener la propagación del coronavirus. Quiere ello decir que aproximadamente se ha detenido un tercio de la economía mundial, posiblemente más porque en estas semanas, el epicentro de la pandemia está en los países desarrollados. Una situación inédita que dispara indicadores hasta niveles nunca vistos, como el del paro en Estados Unidos o el del número de expedientes de regulación temporal de empleo (erte) que se están presentando en España. Esta parálisis tiene de inmediato un efecto sobre la liquidez de las empresas que se puede transferir a los particulares. Los bancos centrales están conteniendo esta sangría. Pero el problema no se va a parar ahí. Puede desembocar en una empobrecimiento, en una recesión, que puede comprometer la viabilidad de muchas empresas e incluso de sectores enteros. Los próximos pasos se deben encaminar a evitar esas consecuencias. El G-20 se comprometió también este jueves a inyectar 4,5 billones de euros para combatir lo que han llamado un «mazazo productivo». Y eso es exactamente lo que es. Una caída simultánea de la oferta y de la demanda, una contracción a una velocidad jamás conocida que de entrada amenaza la liquidez, eso ya está controlado, pero que dejará un agujero que tarde o temprano habrá que llenar.
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