La jornada del 8-M
Feminismo viral
Hay que pensar en cómo llegar a más en esta lucha por la vida. No podemos dejar esferas abandonadas. Si nosotras no las ocupamos, otros lo harán
Jéssica Albiach
Presidenta de En Comú Podem en el Parlament de Catalunya
Jéssica Albiach
Se está hablando mucho en los medios de comunicación del <strong>coronavirus</strong> con más o menos alarmismo y acierto. Pero, desde mi perspectiva, el fenómeno pone de manifiesto tres elementos sobre los que reflexionar:
1- La vulnerabilidad de la vida ante la aparición de nuevos fenómenos para los que no tenemos respuesta.
2- La fragilidad por dependencia de un sistema económico basado en el poder de las multinacionales. Como ha indicado Oxford Economics, el PIB mundial podría caer como consecuencia del coronavirus entre un 0,5% y el 1,3%, es decir, hasta un total de 1,1 billones de dólares.
3- La necesidad de unos servicios públicos fuertes y de calidad. Ahora mismo son los que están marcando la diferencia por países en la tasa de supervivencia de los infectados.
Todo ello muestra las costuras del sistema, y la necesidad de una alternativa que nos plantea el feminismo desde una agenda de transformación. Un feminismo plural que no puede limitarse a la lucha contra las violencias, sino que, como viene diciendo el ecofeminismo, reconoce nuestra interdependencia; desde la economía feminista y solidaria, hace justicia social y de género; y pone en el centro la vida y no los mercados.
Un feminismo incompatible con el modelo económico capitalista, que rompe nuestros pueblos por desigualdad y privatiza nuestros bienes comunes; un capitalismo sostenido sobre las espaldas de <strong>mujeres invisibles e impagadas</strong>, que nos paren, nos crían y nos cuidan; y un capitalismo que destruye el planeta, nuestra base material para seguir vivas.
Durante años, no solo hemos visto avances de los movimientos feministas, también hemos asistido a una fuerte reacción, que ha identificado al feminismo como enemigo. En tiempos frágiles, la revolución y la reacción conviven. Junto a millones de mujeres, y también de hombres, denunciando la violencia machista que nos mata cada día, hemos visto a sus negacionistas, entrando con fuerza en el Congreso. Por eso, no solamente hay que garantizar cambios irreversibles, sino también pensar en cómo llegar a más en esta lucha por la vida. No podemos dejar esferas abandonadas. Si nosotras no las ocupamos, otros lo harán.
Y esta conquista la debemos dar desde las calles, la cultura, los centros educativos y de salud, en los medios de comunicación... También con leyes para garantizar la <strong>libertad sexual</strong> de las mujeres. Uno de los primeros avances que va a abordar el Gobierno es asumir nuestro compromiso con el Convenio de Estambul, es decir, con abrir la mirada a todas las formas de violencia contra las mujeres. Porque no se trata solo de reformar el código penal, sino que hay que profundizar en las políticas de educación y prevención, un cambio cultural sobre nuestras relaciones, una cultura de libertad.
Cada paso que damos nos enseña cuánto queda por caminar juntas. El feminismo está dibujando horizontes de progreso, que podremos alcanzar desde los consensos del movimiento y trabajando de manera cuidadosa y diferente nuestros disensos. En nuestra diversidad, nuestra inteligencia y nuestra imaginación está nuestra fuerza.
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