DINERO DIFÍCIL

¿Qué hacemos con El Prat?

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Albert Sáez

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El presidente de Aena, Maurici Lucena, aprovechó una conferencia en el Cercle d'Economia para poner a Barcelona ante su espejo. Las nuevas inversiones en el aeropuerto del Prat quedan condicionadas a la construcción de una tercera pista. De manera que, si la instalación no crece para convertirse en un hub no será por falta de inversión de la compañía público-privada sino por la falta de acuerdo para acometer la nueva pista que impacta directamente sobre el espacio protegido de La Ricarda. La nueva pista permitiría también desplazar la contaminación acústica mar adentro, lejos de las poblaciones de El Prat, Gavà y Castelldefelds. Y, lógicamente, crecer en número de rutas -sobre todo transoceánicas- y en volumen de pasajeros. El actual concejal del ayuntamiento de Barcelona por Esquerra y experto en aeropuertos, Miquel Puig, ha escrito que Barcelona debe decidir a qué renuncia: a La Ricarda, a eliminar el ruido o a los vuelos transoceánicos. Se agradece tanta claridad en tiempos de populismo político. Y esa es en el fondo la pregunta que Lucena planteaba a la Barcelona dinámica reunida en el Cercle. Lucena y Puig saben de lo que hablan: Heathrow, en Londres, ha renunciado a una ampliación como consecuencia del cambio climático. Los aviones no son mainstream en tiempos de Greta Thunberg. Hay que saberlo.

El debate sobre la tercera pista del Prat reaparece a los diez años del acto celebrado en el IESE en el que se pusieron dos condiciones para generar un hub aeroportuario en Barcelona: tener una compañía con sede en esta instalación y atraer rutas transoceánicas. Lo primero se consiguió a medias porque los allí reunidos se dividieron en tres sociedades mercantiles para alcanzar el objetivo: Vueling, Clickair y Spanair. Cuando las dos primeras se fusionaron, la tercera quebró. La nueva Vueling se quedó con los derechos de aterrizaje de Iberia en El Prat y lo convirtió en un hub para captar pasajeros hacia Barajas, donde la compañía de bandera española tiene su hub transoceánico. Ese fue un camino fallido porque los reunidos en el IESE no fueron a la una. Lo que sí funcionó es una comisión de rutas que ha traído vuelos transatlánticos hasta colapsar las dos pistas actuales. De ahí la necesidad de la tercera.

Una parte de las élites barcelonesas eluden este tipo de debates como el que plantea el concejal Puig achacando la culpa de la parálisis a Madrid, al Estado. Si Aena no invierte se pueden lamentar de no tener un hub sin enfrentarse a los defensores de La Ricarda. Y ahí es donde esas élites pactan sin saberlo con la izquierda más radical: sea por lo que sea, se salva La Ricarda. Pasó con el desdoblamiento de la N-II en La Panadella, décadas de retraso a beneficio de una concesionaria ahora en manos italianas. Ahora, Maurici Lucena ha cambiado las normas de los debates catalanes: aquí está el dinero, arreglen lo de la reserva natural. Así de crudo y así de duro. Veremos cuál es la respuesta cuando cambian la pregunta. Y con todo, y visto lo visto en Heathrow, aparecen nuevos planteamientos: ¿de verdad hacen falta más pistas? Siguiente debate.