ANÁLISIS AZULGRANA

¿Pitos?, la culpa es de Júrgen Klopp

El Barça ganó, pero Leo Messi sigue sin marcar

El Barça ganó, pero Leo Messi sigue sin marcar / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Hubo una época, hace ya mucho, sí, es cierto, que, en el fútbol, entre las hinchadas más variopintas, se puso de moda la frase de “que daño ha hecho Guardiola al fútbol”, al considerar muchos entrenadores que todos ellos (y sus equipos) eran capaces de jugar con la fantasía y el tiki­-taka que lo hacía el maravilloso equipo azulgrana del ‘noi de Santpedor’.

El problema, cómo no, como acaba de reconocer, una vez más el propio técnico del Manchester City (la verdad es que Pep Guardiola jamás ha dicho lo contrario ¡nunca!), él jugaba así, lucía, brillaba y ganaba porque tenía a los mejores jugadores del mundo. No es una cuestión de intención, es una cuestión de poder hacerlo y, sobre todo, hacerlo con sentido, con idea de atacar, no tanto de poseer el balón para que no lo posea el rival y, por tanto, no pasar miedo.

La frase referente a Guardiola, puede aplicarse ahora al monstruo Jürgen Klopp. Es decir, “que daño ha hecho Klopp al fútbol”. ¿Por qué?, pues sencillamente porque son muchos, muchos, los seguidores de un montón de equipos (y de equipos grandes, inmensos) que lo que quieren, que lo que ansían, que lo que persiguen es que sus equipos ataquen alocadamente (aunque, la verdad, todo lo que hace el Liverpool tiene sentido y está estudiadísimo; especialmente, su tremenda fuerza física y despliegue humano) para disfrute de su afición.

El nuevo récord de Ter Stegen

Todos los locos del fútbol quieren que su equipo sea como los ‘reds’ y se muevan los 90 minutos, no solo persiguiendo el balón, sino corriendo con él en los pies, enviando largos pases y viendo el despliegue físico de sus jugadores. Por eso, cuando su equipo, como le ocurrió al primer Barça de Quique Setién, ante el Granada, da 1.005 pases, pero solo 203 hacia delante, les provoca indiferencia. Por eso, cuando ganan la posición (como aquel día) con  otro récord (82,5%), les hace reir, les da igual. Por eso, cuando suceden cosas como las de hoy, en el Camp Nou, donde el maravilloso y prodigioso Ter Stegen, que volvió a salvar al Barça, establece un nuevo récord al dar 69 pases, cosa que no ocurría desde el 2005, el personal se cabrea y pita. Y los defensores de ese fútbol, de esa estrategia, de ese planteamiento, los patrocinadores del nuevo ‘mister’, que los hay a toneladas, critican la actitud de parte (dicen minúscula, no sé, no sé) de la hinchada culé, que no acaba de ver un partido redondo y que quisiera que su equipo fuese el Séptimo de Caballería.

No hay más, amigos

Esos pitos pueden o no gustar, pueden o no tenerse en cuenta, pueden o no estar organizados (no lo creo, desde luego), puede o no demostrar hartazgo (y no, precisamente, digo, no sé, con Setién, sino con alguien de más arriba), pueden o no estar justificados (al fin y al cabo, se ganó; más o menos, como ocurría como Ernesto Valverde), pero es una señal. La de que la gente empieza a estar cansada de que le prometan que la cosa mejorará y aquí, de momento, se sigue confiando en el toque de Ter Stegen, que empieza a ser tan vital o más que el de Leo Messi, con la pólvora mojada, que en la resurrección del tiki-taka, que, de utilizarse, es más para mantener el resultado (como ese cambio de Ansu Fati por Arturo Vidal) que para disfrutar del fútbol soñado por Setién.

Insisto, repito, tal vez el problema es que esto es todo lo que hay y a esto es a lo único que se puede jugar. Y, sí, todo pinta que Setién va a ser víctima de las mismas carencias que le costaron el puesto a Valverde. Eso sí, con más de 1.000 pases por partido. Y los primeros pitos, también, también.