La vía del diálogo y el lío socialista

El PSC vive con pánico una posible alianza entre republicanos y 'comuns', solo comparable con el que sienten los posconvergentes

Miquel Iceta y Pedro Sánchez conversan durante un acto del PSC.

Miquel Iceta y Pedro Sánchez conversan durante un acto del PSC. / periodico

Gemma Ubasart

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El principal objectivo de la reunión <strong>Sánchez-Torra</strong> tendría que ser el de recuperar la normalidad institucional y la relación entre los jefes de los ejecutivos español y catalán. El rol activista de Quim Torra y la sobreactuación de Pedro Sánchez en campaña electoral acabaron derivando en una incomunicación entre presidentes, vergonzante desde un punto de vista personal e inaceptable desde un punto de vista político. 

Los resultados electorales del 10-N, con la reducción de opciones para Sánchez, dieron un giro a los acontecimientos. Se empezaba a abrir un nuevo escenario con un Ejecutivo de coalición y una alianza parlamentaria con independentistas y otros 'periféricos'. Pablo Iglesias, con un buen ojo político y de talante tozudo, se salía con la suya: desde enero del 2016 no se cansó de repetir que el país necesitaba un acuerdo progresista y plurinacional. 

La distensión de la crisis catalana es una de les principales premisas para que pueda avanzar la legislatura española. En este sentido, el pacto PSOE-ERC prevé el desarrollo de una mesa de diálogo entre gobiernos para avanzar hacia una resolución política del contencioso. Y aunque no esté escrito en ningún papel (al menos público), los diferentes actores protagonistas saben que sin 'desjudicializar' el conflicto, poco se podrá avanzar. Hará falta arremangarse para "retomar el diálogo en el punto en que los agravios comenzaron a acumularse" (utilizando palabras de Sánchez en el discurso de investidura). Hay que empezar por cuestiones muy elementales. Por eso, que los presidentes se hablen es un primer paso: si de esta reunión solo sale una foto, ya hay suficiente.

Pero cuidado, la adopción de la vía del diálogo encuentra resistencias en ambos bandos. Por parte del Ejecutivo catalán, JxCat quiere continuar alimentando la tensión (en gran parte por motivos electorales). No nos tendría que extrañar que Torra reaccionara tras la reunión con una salida de tono purista. Por parte del Ejecutivo español, existen las oposiciones históricas: vieja guardia del partido, barones de determinadas comunidades... Pero también vienen del lugar más inesperado: el PSC.

La táctica de Iceta

Los de Miquel Iceta hace tiempo que centran sus esfuerzos en llegar a la presidencia de la Generalitat apoyados por un frente de orden (contra el "caos 'indepe'"). Su objetivo es quedar primeros: necesitan atraer electorado de Cs y controlar el crecimiento de ERC. Seguir alimentando los bloques es coherente con la táctica. No tiene nada de improvisada la nula actitud colaboradora para que los presupuestos catalanes salgan adelante. Tampoco fue gratuita la suspensión unilateral de la mesa de diálogo, pactada entre PSOE y ERC, hasta después de las elecciones. 

El socialismo catalán vive con pánico una posible alianza entre republicanos y 'comuns'. Pánico solo comparable con el que sienten en el espacio posconvergente. Ahora bien, Sánchez (el superviviente) solo tardó unas horas en entender que ir a remolque de los intereses del PSC puede suponer el gripado de su legislatura. Y acabó haciendo caso a Aragonès-Rufián.