ANÁLISIS AZULGRANA
Alguien ha metido la pata, y mucho
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
Era, creo, no, no, era, sábado 8 de diciembre del 2018. Más concretamente, era la madrugada del 8 al 9 de diciembre. El Barça hacía unas horas, no muchas, que había goleado al Espanyol en Cornellá-El Prat (0-4: dos goles de Messi, uno de Dembélé y otro de Suárez, cómo no).
Eran, eso, las 02.22 horas del domingo, cuando Josep María Bartomeu recibe una llamada en su móvil. Era Ousmane Dembélé, eufórico, contentísimo, en su casa, sereno, tranquilo. “Presidente quiero decirle que he venido aquí para noches como ésta; soy muy feliz aquí, quiero agradecerle que me fichara y le prometo muchas más noches como ésta”, le dijo el francés. “Ousmane, por favor, ¿sabes qué hora es? ¡quieres irte a la cama a descansar, por favor! ¡Venga, metete en la cama y descansa!”
¿De verdad solo es mala suerte?
Era, creo, no, no, era, el lunes 10 de diciembre del 2018, es decir, dos días después. El gran Urbano Ortega, siete años en la secretaría técnica del Barça, elogiado por todos, todos, como un gran ojeador y centrocampista que sabe muchísimo de fútbol, ayudante de Robert Fernández cuando el Barça fichó a Dembélé (juro que entre los sondeados estaba Mbappé, ¡lo juro!), declara en Esports COPE (lo oí, lo oí): “Cuando fichamos a Dembélé, ya sabíamos sus problemas de indisciplina y de su entorno, que no le ayudaba en nada. A veces tienes que arriesgar, pensamos que sólo era un problema de juventud y que podríamos reconducir la situación en Barcelona”.
De verdad, en serio, ¿podemos hablar de mala suerte? Hay quien dice que Dembélé no se lesionaba nunca antes de llegar a Barcelona. Vale, pero tuvieron que ponerle un nutricionista, un cocinero y hasta un chofer para controlar su dieta y su vida. Y, luego, ¿qué ha ocurrido con tantos y tantos médicos y aparatos como tiene el Barça que no han sabido analizar ese cuerpo, esos músculos, esas fibras? De verdad, en serio, suena muy poco profesional hablar de mala suerte. Costó decenas de millones. Aquí alguien ha metido la pata. Y mucho.
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