Dos miradas
El hambre de las banderas
Las banderas no tienen cuerpo ni alma, pero siempre están hambrientas. Ojalá dejemos de alimentarlas y pongamos a las personas en el centro de los esfuerzos
Emma Riverola
Escritora
Quizá todo vaya mal, pero el Gobierno más social, feminista y orgulloso de la diversidad nacional de la democracia española es ya una realidad. Al fin, un horizonte de esperanza para una década nefasta marcada por los Gobiernos de Rajoy. De diciembre del 2011 a junio de 2018, España se fue desgarrando. El PP trató de cubrir la corrupción y la incompetencia con la bandera. En Catalunya, otra bandera servía fines idénticos. El triste resultado es la herida nacional más profunda desde el fin de la guerra civil. El desprecio, cuando no el odio, ha crecido entre territorios y ciudadanos. Se nos ha llenado el país de traidores, y los nacionalismos (vestidos con distintas palabras) se han apoderado de la vida política y han viciado el debate hasta la estulticia total. Hay que estar muy confuso para denominarse socialista y feminista y votar en contra de la coalición progresista.
Ahora tenemos la oportunidad de reparar tanto daño. Será difícil. Las banderas no tienen cuerpo ni alma, pero siempre están hambrientas. Ojalá dejemos de alimentarlas y pongamos a las personas en el centro de los esfuerzos.
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