Lucía Etxebarria

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Los Reyes, el dinero y las guerras de poder

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Alberto es psicólogo. Por su consulta pasan a diario niños y niñas que sufren el síndrome de la pantalla: el uso abusivo del móvil y las tabletas les ha creado trastornos del lenguaje y del sueño, graves problemas de concentración y comunicación, una acusada tendencia al aislamiento y baja tolerancia a la frustración. Criaturas que son como los ludópatas, adictos a la dopamina que les estimula la vía mesolímbica. Que no pueden dormir o comer sin el móvil. Que se convierten en otra persona cuando les dan el móvil: ya no hablan con nadie y pasan horas en su mundo. Que muestran conductas disruptivas en el aula, porque no aguantan 45 minutos de clase sin mirar al móvil, ya que la abstinencia les genera un malestar intenso, como un drogadicto cuando está sin su dosis.

Por estas razones, Alberto les ha dejado clarísimo en su carta a los Reyes que no quiere que a su hija le regalen un móvil. Alberto se ha divorciado este año y su hija Frida, de ocho, vive en custodia compartida.

¡Sorpresa! El día de Reyes, cuando Frida va a casa de los abuelos maternos, descubre que le han dejado allí ¡un móvil y una tablet! Evidentemente Alberto no le puede quitar el regalo, sería tremendamente cruel.

La madre y los abuelos de Frida han sobornado a los Reyes para conseguir un regalo carísimo. La madre y los abuelos de Frida no han aprendido que cuando damos, damos de verdad, porque sentimos y porque amamos. Son personas con miedo a la soledad, que arrastran carencias afectivas y creen que con regalos se puede comprar afecto y expresar poder.

Trinchera particular

La madre y los abuelos no consiguen más afecto por parte de FridaFrida agradece el regalo a los Reyes, no a ellos. Pero sí que han iniciado una guerra de poder. Al saltarse la norma de Alberto, objetualizan a Frida: la convierten en una trinchera de su guerra particular. Están utilizado a Frida para entrar en una pugna con Alberto, para dejarle claro que no respetan sus ideas, ni su experiencia, ni su carrera, ni su saber.

"Los niños aman a quienes les respetan, no a quienes les hacen el regalo más caro"

Creo que el ejemplo del regalo del móvil y/o de la tablet en Reyes es el más extendido y el que todo el mundo entiende. Porque en toda familia se ha vivido esta guerra. En otros casos el regalo de la discordia ha sido la consola, o las tarjetas regalo de las videoconsolas o la suscripción a Netflix, Amazon o YouTube Premium… O pagar la actividad que el otro progenitor había vetado porque el hijo o hija había sacado malas notas, o por peligroso: las clases de hípica, el salto en paracaídas, el baño con tiburones en el acuario. O el viaje a Disneyland. (Punto extra como arma de destrucción masiva si el viaje o las actividades se realizan con la nueva pareja del progenitor divorciado).

Y en esta guerra, ¿qué aprenden los niños? Aprenden chantaje y manipulación, a controlar los sentimientos y la conducta de los otros a través de los regalos. Desaprenden el amor, el concepto de la gratitud y el esfuerzo. Y desaprenden la idea de que regalar es dar algo a alguien sin esperar compensación alguna, que simplemente se regala como una muestra de amor.

Mañana, tras el paso de los Reyes, esta historia de los regalos, el dinero y el poder se vivirá en muchas casas. Si usted es el padre o la madre ofendido, el que no pudo encargar a los Reyes el regalo carísimo, no se sulfure. Desde mi experiencia como madre y desde la experiencia de Alberto como psicólogo le puedo garantizar una cosa: los niños no aman a quienes les hacen los regalos más caros. Los niños aman a quienes los escuchan, les acompañan y les respetan.