Opinión | Editorial

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El 22@ puede crecer más

Es aconsejable que los proyectos atraídos por el distrito de innovación sigan encontrando espacio adecuado para desarrollarse

La Torre Glòries, en el 22@ de Barcelona.

La Torre Glòries, en el 22@ de Barcelona. / periodico

El proyecto del 22@, la reforma del suelo industrial en varias áreas del Poblenou para reconvertirlo en un espacio que captase nuevas actividades económicas, recibió desde su aprobación en el año 2000 algunas críticas desenfocadas. A mediados de los 70, los redactores del Plan General Metropolitano aún vigente no acertaron a prever el futuro inminente: reservaron la mitad de la superficie de Poblenou a suelo exclusivamente industrial, que debía desplazar incluso la vivienda ya existente. El proceso de desindustrialización dejó tras de sí una ruina urbana. Las cuatro operaciones sucesivas de reconversión de estos centenares de hectáreas (Vila Olímpica, Diagonal Mar, apertura de la Diagonal y, finalmente, 22@) empezaron por la simple promoción residencial, sin reserva para vivienda social y apenas para equipamientos y con desplazamiento del vecindario (Vila Olímpica) hasta llegar a un modelo 22@ socialmente mucho más responsable: desarrollar una manzana industrial obsoleta en suelo 22@ implica dedicar el 70% del espacio edificable a actividad económica, principalmente tecnológica, el 10% a zona verde, el 10% a vivienda pública y el 10% a equipamientos.

Al cabo de 20 años del inicio de la operación, y con notables pausas por las dificultades de gestión y las crisis económicas, el 22@ está dando frutos: la presencia de empresas tecnológicas, la buena comunicación y el entorno urbano atractivo actúan como imán. La falta de espacio para oficinas en el centro ha encontrado una alternativa en este ámbito de nueva centralidad. En el año 2019, casi el 60% de la inversión en oficinas en Barcelona se ha concentrado en el 22@, cuando en el 2015 solo atraía el 18%.

Sin embargo, el 22@ aún puede crecer más. En el 2018, solo el 25% del espacio 22@ estaba construido (especialmente en la zona cercana a Glòries y Diagonal, la que arrancó con más fuerza), el 25% estaba ya gestionado y reparcelado, listo para construir, el 22% estaba planificado pero sin gestionar y el 28% estaba pendiente de cualquier gestión, especialmente en el inhóspito triángulo delimitado por la Gran Via, la Diagonal y la calle Maresme. A finales del anterior mandato, la falta de acuerdo entre las fuerzas políticas impidió avanzar la corrección de las disfunciones del 22@ propuesta por el Ayuntamiento de Barcelona, las universidades y las empresas instaladas en el sector, que pasaba por integrar intervenciones de menor calado en la zona que hasta ahora no ha despegado por la fragmentación extrema de la propiedad y hacer más atractivo el paralizado sector norte integrando en él dos ejes peatonales y 4.000 viviendas protegidas.

Quizá el incremento de la demanda haga innecesarios algunos de los cambios entonces planteados para reactivar las zonas aún paralizadas del 22@. Pero el contexto actual, tanto el del mercado inmobiliario como el del mapa político municipal en el nuevo mandato, sí que aconsejaría reemprender las gestiones necesarias para que los proyectos atraídos por ese nuevo distrito de innovación sigan encontrando en él espacio adecuado para desarrollarse.