Opinión | ADIÓS AL 2019

Josep Maria Fonalleras

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El minuto del soldado

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Tommy Shelby, el antihéroe de 'Peaky Blinders' que se debate entre la maldad y la tristeza, habla del «minuto del soldado». Y dice: «En una batalla, eso es todo lo que tienes. Un minuto, todo es a la vez. Y todo lo de antes no es nada. Todo lo que ha de venir no es nada. Nada en comparación a este minuto único». Vivimos en la percepción de tener un minuto, ese minuto en que todo sucede al mismo tiempo, sin tiempo de mirar atrás y sin ánimo de mirar adelante. Si miramos al frente, vemos una ola enorme –un tsunami, aunque, ahora y aquí, eso ya tiene otras connotaciones– que engullirá el planeta. Greta, que es la persona del año, mira de clamar contra el desastre y lo hace a vela, a medio camino de lo que decían los jinetes del Apocalipsis y de una especie de posesión diabólica que me hace pensar en Verdaguer y sus exorcismos. El mundo está podrido y viene «el día de la colada», gritaban los demonios.

Rosalía y Messi, estrellas universales

Vivimos el minuto. Mientras llega el punto de no retorno, las dos grandes noticias del año son que Kirk Douglas y Elisabet II continúan vivos. No está demostrado que hayan de morirse. Tampoco estaba claro el deceso de Eduard Punset, pero así fue. A estas alturas, tal vez es mejor largarse que no asistir a la catástrofe en directo, pero eso no depende de nosotros. «Aprovecha hasta los segundos», decía también Verdaguer.

Y lo hacemos. Hemos visto como Rosalía subía a los cielos esplendorosos de la fama universal y también como Messi demostraba, una vez más, que el cielo está en la tierra, en un campo de césped, concretamente. Y hemos asistido a la efervescencia inmediata del Satisfyer, que viene a ser, por lo que dicen, como el minuto de Shelby, sin antes ni después. El minuto. Y puestos a ser optimistas, hemos comprobado que se puede resucitar después de seis horas sin latir, como sucedió con la excursionista de Núria, que yo diría, así, sin pensarlo mucho, que es una buena noticia. Y que se puede resucitar a pesar de ser una momia, como Franco, que yo diría, así, sin pensarlo mucho, que es una muy mala noticia.

Greta, que es la persona del año, año, mira de clamar contra el desastre y lo hace a vela

Y el juicio. Y la sentencia. Un festival de despropósitos, de acusaciones infundadas, de malicia institucional. Con una fastuosa clausura sangrienta de 99 años de prisión (minutos que aquí se alargan con la parsimonia del tiempo muerto) que hiela el corazón y daña cualquier intento de normalidad. Las reacciones a la decisión del TS fueron multitudinarias y pacíficas, pero también existió una semana que vivimos peligrosamente, abocados a un abismo incierto, temerosos de una violencia que se enganchó a la piel de las ciudades, una quemadura que anunciaba infecciones. Y después, en el último minuto, inmunidades e inhabilitaciones, inmersos en un revoltijo colosal, sin contar con pactos y gobiernos y más elecciones.

En todas partes ha habido disturbios y represión, y barricadas y fuego, como si se tratara de un episodio en directo de 'Black Mirror': desde Hong-Kong a París, pasando por una América del Sur en llamas, unas llamas que también derrumbaron Notre Dame, una herida sentimental en el corazón de Europa.

La presencia del fascismo es cada vez más familiar, más estable, a partir de un discurso cortante, de conceptos cortos y contundencia bélica

Ha habido otras heridas más profundas, más persistentes, como la presencia cada vez más familiar, más estable, del fascismo, a partir de un discurso cortante, de conceptos cortos y contundencia bélica, sin matices. Como dijo Boris Johnson, «de vez en cuando conviene que caiga un poco de yeso del techo». Es decir, la alternativa extremista que penetra como un veneno en la sangre, con destreza táctica, para aniquilar unas democracias que no saben cómo hacer frente a la complejidad. Un poco de yeso que derivará en un derrumbe.

El fascismo, redibujado, adaptado a los tiempos, que combatió Neus Català, la mujer que vivió el siglo de la ignominia y que resistió todas las indignidades con una entereza similar a la de Agnès Varda, que nos retrató y nos dijo de qué materia estábamos hechos. Lo escribió Mathew Arnold, en 'Playa de Dover': «Y aquí nos encontramos como en una llanura donde oscurece / y se atraviesan los gritos de quienes luchan con los de quienes huyen, / y ejércitos ignorantes chocan de noche». La inmediatez del minuto, el instante donde nos lo jugamos todo. Este vértigo pavoroso. O como dijo Tom Shelby: «Esperemos lo mejor, preparémonos para lo peor».