Dos miradas

Distracción permanente

Esos altavoces que tenemos en casa, tan divertidos, son en realidad unos espías: hay ejércitos de empleados de Amazon que escuchan lo que decimos a nuestra amiga Alexa

Altavoz Echo de Amazon en un salón.

Altavoz Echo de Amazon en un salón. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Hay gente que anuncia en todo momento las cosas que hace y las que deja de hacer. Sabemos que ven un espectáculo, o quedan con unos amigos, y también que han salido del hospital, repuestos de la enfermedad, o que todavía están ahí, por culpa de la enfermedad. Sabemos cómo se rien y cómo lloran. Lo sabemos todo y, por supuesto, también lo sabe Facebook. Y ahora también sabemos (ya lo intuíamos, pero ahora está confirmado) que Facebook sabe donde estamos aunque nos opongamos. Y que esos altavoces que tenemos en casa, tan divertidos, son en realidad unos espías: hay ejércitos de empleados de Amazon que escuchan lo que decimos a nuestra amiga AlexaAlexa.

Estamos controlados y, además, nos volvemos idiotas. Nos lo recuerda Ingrid Guardiola en su ejemplar ensayo 'El ojo y la navaja'. Recupera una reflexión de Justin Rosenstein, el del botón "me gusta", que compara las redes sociales con la heroína: "Son herramientas que rebajan el coeficiente intelectual en la medida en que fomentan la distracción permanente". No solo vendemos la intimidad (Hannah Arendt dijo que "el totalitarismo se produce cuando perdemos el espacio privado"), sino que también nos convertimos en auténticos estúpidos.