Al contrataque

Protagonistas del año

La rebeldía popular descarada en la lucha contra el deterioro del planeta y las reivindicaciones de las mujeres son dos notas positivas del año que acaba

Greta Thunberg en la sentada de Fridays for Future en la COP25

 Greta Thunberg participa en la sentada de Fridays for Future en la COP25 / periodico

Antonio Franco

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En los balances que casi todos acabamos haciendo en los finales de año tengo la impresión de que predomina la preocupación difusa pero profunda sobre el estado del mundo en general y también sobre lo que nos rodea con proximidad. A pesar de que diga eso no deben considerarme catastrofista: creo que en el 2019 hemos tenido dos o tres cosas prometedoras y casi mágicas que pueden ser fermento de muchos futuros cambios profundos en la dirección de lo que necesitamos.

La primera es la rebeldía popular descarada contra la pasividad de los estados y la resistencia de los intereses económicos a corto plazo en la lucha contra el deterioro del planeta. La contestación crece, es profunda y cada vez tiene más rotundidad. Es la contemporánea bandera contra la guerra de Vietnam para las nuevas generaciones, aprovechando la caída de los muros mediáticos que en el pasado encorsetaban y frenaban este tipo de alzamientos en nombre de un supuesto orden sagrado de las cosas. La segunda nota positiva es lo que está pasando con la recuperación de los derechos que la fuerza bruta y el instinto básico machista le habían quitado a la mujer. Sí, va despacio y todavía por barrios (como se decía antes), pero con todo el aspecto de ser irreversible. Y tiene valor en sí mismo pero además nos ilustra sobre algo tan importante como la nueva sensibilidad respecto al clima: hay que empujar, vale la pena empujar porque es la única manera de avanzar frente a los obstáculos. Mi tercer protagonista del año es el avance del rediseño social, de momento malo pero prometedor de que puede acabar siendo bueno, que va consiguiendo la explosión de las nuevas tecnologías en su aplicación a la cotidianeidad. Las formas de vivir que vamos intuyendo demuestran asimismo que pueden existir los cambios de verdad, aunque ahora nos toque sufrir hasta que se reencaucen en una dirección más humanista.

Frente a eso está todo lo malo que conocemos, heredero de lo malo que ya conocíamos antes. Resulta preocupante vivir en un mundo con protagonismos máximos de tipos como Donald Trump, Boris Johnson y Vladimir Putin. Nos crea temor el declive europeo, el estancamiento del proyecto  y su pérdida de peso como bastión de libertades y derechos sociales (aunque no podamos ignorar los horrores que llegamos a hacer en este continente en los años de la segunda guerra mundial). Nos desmoraliza el auge planetario -y también a todo trapo  en nuestro propio solar- de la corrupción. Pero en España, paradójicamente, en este terreno de lo malo hemos de considerar como alivios positivos algunas cosas que todavía son de difícil lectura. A mí me parece que entre ellas está, por ejemplo, el lenta pero evidente desenmascaramiento de la justicia que no lo es. Yo veo en ello, en ese brote verde, uno de los grandes protagonistas de nuestro año.