análisis
La tristeza en el gol de Griezmann y la vergüenza del no penalti
Iosu de la Torre
Coordinador de Pódcast.
Periodista. Vasco de Barcelona. En EL PERIÓDICO desde 1986. Coordinador de Pódcast. Universidad de Navarra y Universitat Autònoma de Barcelona.
Iosu de la Torre
Que una estrella del fútbol renuncie a celebrar un gol porque la víctima es su antiguo club comienza a ser un asco. Ya está bien de tonterías. Si Griezmann firma un golazo ante la Real Sociedad lo que esperan miles de seguidores del Barça es que el francés, con todo los millones que costó y los que se embolsa cada temporada, abra los brazos y se deje querer por sus compañeros, por ese Luis Suárez que le asiste en la galopada y hasta por Ter Stegen, que es el portero donde nace la jugada del empate.
Griezmann no es el primero que se cohibe en la celebración. El no abrazo debería prescribir cinco años después de salir de un club. «Respeto a los que me lo dieron todo», se excusó en la tele. Se lo dieron todo, vale ¿Y el Barça, no? ¿Qué le dio el Atlético? Qué mal lo tendría Bojan Krkic si compartiese el 'código Griezmann'. El trotamundos de Linyola defendió la camiseta del Barça, Roma, Milan, Ajax, Stoke City, Maguncia, Alavés antes de enfundarse la del Montreal canadiense. ¿A quién puede abrazarse? Tendrá la ocasión si se organiza un amistoso del Montreal contra el Alcarràs, con el que no consta que hubiera jugado. Hay que abrazarse. Estrecharse con otro activa la oxitocina, poderosa hormana que facilita la satisfacción de los cuerpos. La renuncia de Griezmann no debe ser buena para la salud.
Dos tontos muy tontos
En el nuevo Anoeta, abrazarse tuvo sus riesgos. Monreal y Oyarzabal protagonizaron el 'scketch' de la tarde –digno de la peli 'Dos tontos muy tontos'– al fracasar en el intento de inmortalizar el 2-2. Quisieron imitar a los gigantes de la NBA chocando los cuerpos y acabaron sangrando de la boca. «Cosas del directo», acertó a excusarse el delantero mientras se lamía el labio inferior.
De nada sirve el directo en los tiempos del VAR. Alberol Rojas no vio penalti en el abrazo con arrastre al suelo de Llorente a Piqué en el límite del encuentro. Lo subrayó gestualmente mientras el señor del videoarbitraje, el colegiado Jesús Gil Manzano, desconectó como si la tecnología no funcionase.
Ernesto Valverde reclamó la atención del cuarto árbitro, pero los pinganillos siguieron sin cobertura. ¿Para qué sirve el VAR? El fútbol necesita de vez en cuando un escándalo proporcionado por un árbitro. Hoy juega el Madrid en València y el miércoles habrá clásico en el Camp Nou mal que le pese a los propagandistas de la capital del reino.
El lance del minuto 92 (penalti claro sobre Piqué) desató un diluvio blasfemo que difícilmente pudo registrarse en la web de GoodBall, la plataforma multilíngüe de medios deportivos que patrocina a la Real Sociedad. GoodBall es, desde Singapur, un satélite para 1.600 competiciones de todo el planeta y de momento informa en inglés y chino. Pronto lo harán en vietnamita y malayo. ¿Cómo será la traducción a estos idiomas de 'no me jodas Gil manzano, que es penalti, me cagüenmi padre'?
Cuando Alberola ‘Tarjetas’ Rojas pitó el final tampoco hubo abrazos entre rivales. Solo apretones de manos y aplausos a la grada. Ninguno de ellos conoce a Sri Mata Amritanandamayi Devi, la gurú india que va por el mundo estrujando cuerpos. Qué lástima.
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