La encrucijada británica

El 'brexit' a oscuras arrampla con todo

Johnson es favorito ya que todas las encuestas le sitúan en cabeza, aunque alguna sugiere que no tendrá suficientes escaños para gobernar

El primer ministro británico, Boris Johnson, interviene ante la Cámara de los Comunes, este sábado

El primer ministro británico, Boris Johnson, interviene ante la Cámara de los Comunes, este sábado / periodico

Carlos Carnicero Urabayen

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Tiempos excepcionales hasta en el Reino Unido, por mucho que tenga un pie fuera de Europa (y otro atrapado dentro) y se quiera diferenciar del resto. Acostumbrados a la estabilidad de un sistema mayoritario de dos partidos, es la cuarta vez que votan los británicos en cinco años y la primera que lo hacen en el mes de diciembre desde 1923. La costumbre, en un país de costumbres, era hacerlo en días de luz, casi siempre en mayo o junio, pero el agua derramada del 'brexit' arrampla con todo.

Las elecciones tienen como vocación aclarar los asuntos públicos: quién gobernará, qué políticas se pondrán en marcha y cómo se tomarán las decisiones. Más si cabe en esta elección británica, casi constituyente si hubiera Constitución escrita, no casualmente calificada como la más importante en generaciones. El resultado condicionará el lugar que el Reino Unido tiene en el mundo, su modelo económico y su integridad territorial.

Ambiente de resignación

Esta votación en la oscuridad no parece el gran día llamado a propulsar un cambio de ciclo. Hay en el ambiente aires de resignación en unos electores empujados a votar entre dos extremos. Nunca fue mayor la diversidad de la sociedad, con identidades de clase, ideología, género, edad, 'brexit', etcétera. Y nunca mayor tampoco el menú polarizador de los dos principales candidatos.

Johnson es claro favorito. Todas las encuestas le sitúan en cabeza, aunque alguna sugiere que no tendrá suficientes escaños para gobernar. Cabe preguntarse qué ha pasado para que el Partido Conservador británico -sobre todo sobrio y pragmático- haya acabado en manos de un 'showman' que mintió a la Reina para disolver el Parlamento y silenciarlo en el debate del 'brexit'. Pero si el primer ministro arrasa -alguna encuesta pronostica la mayor victoria conservadora desde Thatcher- cabría suponer que los partidos son sobre todo maquinarias de poder.

El radicalismo de Corbyn

Corbyn es la otra cara de la moneda que ha situado a Johnson en el poder. Sectario, antipático y anticuado, el líder laborista, euroescéptico de corazón y ambiguo sobre el caparazón, ha planteado un programa radical de máximos (nacionalizaciones, subidas de impuestos, aumentos de las pensiones, un mega plan de viviendas públicas…) que espanta a unos por su falta de credibilidad (demasiados frentes) y a otros, los moderados, por su radicalidad.

Sobre el 'brexit' dice que negociará un nuevo acuerdo con la UE y lo someterá a referéndum después sin decir todavía si está a favor o en contra de la separación, como si un líder pudiera serlo sin posicionarse sobre el principal asunto que divide a un país.

Sea cual sea el desenlace, el 'brexit' no terminará cuando se cierren los colegios electorales. Ni siquiera el día que Johnson –si logra su plan– saque al Reino Unido de la UE. Los males que han llevado al país a este laberinto de daños autoinfligidos no tienen fácil cura: frustración, desigualdad, falta de expectativas, desconfianza en los políticos y la proliferación de quienes no dan un duro por el sistema.