¿Despotismo urbanístico?
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Un día del 2007, poco después de que Jordi Hereu relevara a Joan Clos en la alcaldía, nos encontramos con que la principal vía de acceso a la estación de Sants, la avenida de Roma, había quedado inservible. Al llegar a la calle de Urgell, la avenida fue cortada por una especie de inexplicable plaza dura que se erigía como barrera infranqueable ante los taxistas y automovilistas.
¿Cómo llegar a la estación? Dos soluciones, coger por la calle de Casanovas el tramo estrecho de la calle de Aragón -que debe ser una de las vias con más ruido e intensidad de tráfico del mundo- o seguir por Urgell hasta la calle de Mallorca para entrar después en un tramo posterior de la avenida de Roma. ¿A qué mente delirante se le podía haber ocurrido obstaculizar la llegada a la estación central de Barcelona y sobrecargar el tráfico en el tramo estrecho de las sufridas calles de Aragón y de Mallorca? La respuesta fue que se había diseñado un inteligente plan urbanístico que en breve dignificaría la avenida de Roma y todo un sector de la ciudad.
Bueno, paciencia cristiana. Esperar a ver los frutos del despotismo ilustrado de algún urbanista que sabía mejor que nadie lo que convenía a la ciudad y a los barceloneses. Con la esperanza -eso sí- de que el modelo no fuera la plaza dura adjunta a la estación de Sants que me dicen que Alfonso Guerra cuando la vió a primeros de 1983 -como flamante vicepresidente del primer gobierno socialista desde 1936- creyó confundir con una macrogasolinera. Para desconsuelo de sus acompañantes, Narcís Serra, ya ministro de Defensa, y el nuevo alcalde Pasqual Maragall.
Pero han pasado doce años. Doce largos años. Nada de nada. Rien de rien. El acceso a la estación por la avenida de Roma permanece cerrado a cal y canto, los vecinos de la calle de Aragón siguen penalizados por el incremento de tráfico y los de la calle de Mallorca contemplan como a la circulación (inferior a la de Aragón) le acompaña la desventura del abandonado y siniestro macroedificio de la Telefónica que -después de varios años- sigue pendiente de pleitos y permisos municipales.
Barcelona es una ciudad atractiva que atrae a millones de visitantes. No será por el deprimente paisaje con el que se encuentran si empiezan a recorrer la ciudad por la estación de Sants. Y los sufridos ciudadanos seguimos padeciendo, doce años después, el dislate de un iluminado urbanista. Ahora con un cabreo añadido. ¿Y si el urbanista se ha jubilado y disfruta de una placentera vida jugando con sus nietos mientras un sector de la ciudad sigue sufriendo, hasta que Dios provea, las consecuencias de su notoria incompetencia?
Una persona culta e informada me da la explicación racional. El urbanista no pudo prever que los continuos cambios en el ayuntamiento -Clos, Hereu, Trias, Colau- hicieran que su plan quedara medio paralizado con la ayuda -claro- del obligado parón producido por la crisis del 2008. El culpable de la doceañera plaga no es el desconocido urbanista sino los cambios continuos en la alcaldía (los políticos) y la crisis mundial del perverso capitalismo. ¿Satisfechos con la explicación?
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